Pablo Velarde: "'Epílogo' es como un tobogán, cuando terminas de leer dices: "¿Qué ha pasado?"
- La historia del hijo de un censor franquista que descubre que su padre podría ser un héroe
- “Lo que me interesaba es el papel de la memoria en la construcción del individuo”, asegura
Pablo Velarde (Sevilla, 1963) es famoso por sus series humorísticas como Custodia compartida, que publica en El Jueves desde 2011. Pero ahora nos sorprende con una emocionante novela gráfica que tiene el suspense y el ritmo de una película de espías y que, al final, nos deja con la boca abierta. Pero que también nos hace reflexionar sobre muchísimas cosas. Una mezcla explosiva que es el primer título publicado por la nueva editorial Nuevo Nueve. Su título: Epílogo.
“Lo que quería hacer era contar una historia absorbente –asegura Pablo-, de forma que el lector se meta en la primera página y ya no pueda dejar de leer, que sea arrastrado hasta la última, como cuando te tiras por el tobogán de un parque acuático. Que salgas con los ojos abiertos como platos diciendo: ¿Qué ha pasado?”
“Si además –añade- consiguiera que, después de la lectura, el lector se planteará cosas sobre qué es la verdad, sobre la memoria, sobre cómo podemos ser manipulados, o no… entonces ya sería feliz. Pero mi idea es contar una historia apasionante y que solo te plantees esas reflexiones cuando hayas disfrutado de la lectura”.
El hijo del peor censor de Franco
Os garantizamos que no podréis dejar de leer esta historia, llena de sorpresas y giros dramáticos, que trata sobre temas realmente apasionantes. La historia de Rodrigo Mendoza, un joven que ha vivido toda su vida repudiando a su padre, porque era el censor más odiado de Franco. Y que unos meses después de su muerte descubre un detalle, en una exposición de fotografías antiguas, que le hace pensar que su padre podría ser un héroe.
“Lo que más me interesaba es el papel de la Memoria en la construcción del individuo -confiesa Pablo-. Se ha escrito mucho sobre el Alzheimer, que es cuando una persona pierde la memoria. Pero qué pasaría si no la perdiese sino que le cambiaran todos los recuerdos por otros nuevos. O, simplemente, ¿qué pasa si ordenas todos esos recuerdos de otra manera? Que es lo que hacen muchas veces los políticos, las religiones… cambiar sus discursos para sustituirlos por unos nuevos o crear otros. Me interesaba esa manipulación”.
La historia está ambientada a mitad de los años ochenta, con el referéndum de la OTAN (1986) a la vuelta de la esquina: Pablo nos comenta cómo surgió la idea: “Tenía varias ideas en la cabeza que en un momento determinado cristalizaron. Por una parte vi una exposición de fotografías antiguas, de los años 40, donde reconocí a una persona en un ambiente que no tenía nada que ver con ella. Como si vieras al párroco de tu barrio en los años 40 caminando por Madrid del brazo de dos señoras imponentes”.
“Entonces –continúa- tuve la visión de que llegaba una señora anciana y dejaba una flor al lado de una fotografía. Esto se mezcló con una película que me impresionó mucho la primera vez que la vi: Hospital Central, sobre un hospital donde empiezan a producirse muertes sim plemente porque alguien va cambiando las fichas de un enfermo a otro y confunden sus tratamientos”.
“Esa idea de que un papel cambiado de lugar puede dar originar muchas cosas –añade-, combinada con dos o tres historias más, cristalizaron en este cómic cuya ambientación me cuadraba con esa época de la dictadura y los primeros años de democracia que yo, conozco de primera mano por mi edad, 56 años, y porque mi padre era un fascista convencido. Y es que la historia también tiene mucho de autobiográfico”.
“Las relaciones familiares son uno de los temas fundamentales del libro porque yo no he tenido una relación muy normal con la mía –continúa-. Franco murió cuando yo tenía 13 años pero en mi ambiente familiar no murió nunca. Hasta que no me fui de casa no conocí un ambiente donde la gente no era tan carpetovetónica. Y ese mundo gris donde todo estaba prohibido también me interesaba reflejarlo en el cómic, porque hoy día damos por hecho todas las libertades que tenemos pero no siempre ha sido así”.
A pesar de todos esos interesantes temas que rodean a esta historia de suspense, Pablo resalta que: “Cuando leo un libro o veo una película, lo que quiero es que me cuenten una buena historia. Las reflexiones tienen que venir a posteriori. Tú echas la semilla y, si puede ser, florecerá”.
Un homenaje al fotógrafo Antoni Campañá
El libro también es un homenaje al fotógrafo Antoni Campañá Bandranas (1906-1989), porque es en su exposición donde el protagonista descubrirá esa reveladora foto de su padre. “Es una historia curiosa –asegura Pablo-. Al principio iba a utilizar a una familia de fotógrafos, que fundaron la primera agencia de fotografía de España pero que, como se aliaron con el bando republicano, fueron represaliados. Y tuvieron que dedicarse a bodas bautizos y comuniones”.
“Pero luego –añade- un buen amigo, Toni Monet, me contó una historia muy parecida de su abuelo, Antoni, del que pensaban que era un fotógrafo deportivo hasta que descubrieron una serie de 3.000 o 4.000 fotografías de la Guerra Civil, del bando republicano. Además, mi personaje se dedicaba a las falsificaciones, mientras que este hombre inventó un sistema para evitar la falsificación de documentos oficiales. Así que finalmente usé a Antoni”.
“John le Carré es una de mis influencias”
En un momento del cómic se nombra a John le Carré, que ha sido una de las mayores influencias en el trabajo de Pablo Velarde. “Le Carré me parece uno de los grandes escritores del Siglo XX, aunque solo hiciese historias de espías. Las historias de espías siempre me han fascinado muchísimo. Sobre todo la época de la Guerra Fría y esa especie de ajedrez maquiavélico que había en el mundo del espionaje”.
“Creo que muy poco gente lo ha retratado tan bien como le Carré -añade- La historia de El espía que surgió del frío tiene mucho que ver con la historia que se cuenta en Epílogo”.
Sorprende que esta sea la primera novela gráfica de Pablo, a pesar de su larga trayectoria. “Mucha gente me lo ha dicho, pero lo cierto es que hay que pagar las facturas y eso lo hago con mis series humorísticas y mi trabajo como ilustrador. Esto me lo he podido permitir porque hice otra novela gráfica para Quinielas y Apuestas del Estado, que me pagaron muy bien y que me ha permitido dedicar un año a dibujar este cómic. Porque hacer este dinero me ha costado un dineral. Pero llevo 25 años como profesional y me apetecía hacer algo así, aunque me costase dinero”.
“Me agobian las cabecitas parlantes”
En la novela gráfica destacan largas secuencias mudas que, sin embargo, cuentan muchísimas cosas y de una forma muy ágil. “Me agobian muchísimo los tebeos de cabecitas parlantes –confiesa-. Con Epílogo pasa una cosa. Por un lado tengo grandes bloques de información con muchísimo texto y, por el otro, otras partes en las que yo pensaba que no era necesario meter conversaciones porque lo que se digan los personajes no tiene relevancia para la historia”.
“Por ejemplo –añade- en muchos de los flashbacks retrato emociones, recuerdos… como fue un momento o un tiempo. O el único momento en el que el protagonista se encuentra con alguien de su familia, en el que esa falta de entendimiento se expresa con otra escena muda. Creo que el diálogo no añadiría nada a esas secuencias. Y cómo luego hay una historia densa y con muchos giros de guion, en el que hay mucho texto, así doy un respiro al lector”.
En cuanto a sus proyectos, Pablo Velarde, nos comenta que: “Seguiré haciendo la serie Custodia compartida, con la que llevo ocho o nueve años en El Jueves. Y también continúo con mis trabajos de ilustración. Epílogo también es una forma de probar si las historias que tengo en la cabeza pueden tener salida en el complicado mercado actual”.