Rivera, el adiós precipitado de un líder que se estrella en su último giro
Hace seis meses, Albert Rivera -que este lunes ha dimitido como presidente de Ciudadanos y que deja la política- podía haber ocupado la vicepresidencia del Gobierno. Los números daban y, tras las elecciones generales de abril, Ciudadanos era una de las posibles alianzas para Sánchez. La más sencilla, aritméticamente hablando, puesto que ambas formaciones sumaban 180 diputados, una mayoría muy holgada.
Pero Rivera había vetado la investidura de Pedro Sánchez. Y en esta ocasión, no como ocurriera en 2016 con Mariano Rajoy, se mantuvo fiel a su palabra. No hubo un nuevo 'pacto del abrazo', como ocurriera en 2015, decisión que desató una crisis interna sin precedentes en el partido naranja, de donde salieron destacados dirigentes como Toni Roldán o Francisco de la Torre.
El causante de esta crisis, el hecho de dejar de ser un partido bisagra en el centro ideológico. Cuatro años atrás, Rivera pactaba con el PSOE y con el PP. En Andalucía -su primer gran éxito a nivel nacional- consiguió ser determinante y sostuvo al ejecutivo socialista de Susana Díaz tras los comicios de 2015.
Poco después, Ciudadanos, con Inés Arrimadas al frente, logra ser la primera fuerza política en el Parlamento de Cataluña en las elecciones de 2017, las convocadas tras la aplicación del artículo 155. Nunca una fuerza no nacionalista o independentista lo había logrado y Cs lo consiguió once años después de su nacimiento en 2006.
En ese año Rivera, con 27 años, se puso al frente de una formación política que acababa de nacer y cuyo discurso se centraba en la defensa del bilingüismo y en el rechazo al soberanismo y la corrupción. Apenas cuatro meses después, y tras un llamativo cartel electoral con el lema Sólo nos importan las personas, Rivera entraba en el Parlament catalán, donde estuvo hasta 2015.
Andalucía, clave para entender la evolución de Ciudadanos
Junto a Cataluña, la otra región que marca a Cs es Andalucía. Allí, en 2018, la comunidad se convierte en el ejemplo de lo que vendría en otros muchos lugares. Ciudadanos no logró ser la formación más votada, ni tampoco la segunda opción, pero sumó sus escaños a los del PP (a los que no acabó de superar) para gobernar con el apoyo externo de VOX, con el que ha suscrito varios acuerdos, como el de presupuestos.
Esta es la fórmula dominante en la mayor parte de los ayuntamientos y comunidades autónomas tras el 26M donde se ha podido repetir, algunas de tanto peso como la Comunidad de Madrid, la Región de Murcia o el Ayuntamiento de Madrid. En muy pocos sitios Cs eligió como compañero de viaje al PSOE: los más destacados, las ciudades de Albacete, Guadalajara y Ciudad Real.
En el corazón de este viraje de Ciudadanos, el triunfo de la moción de censura contra Mariano Rajoy, que descoloca a Rivera y a su formación, que no la apoyan. De hecho son los únicos -junto a UPN y Foro Asturias- que se quedan al lado del entonces presidente del Gobierno. Es ahí cuando se consuma su giro a la derecha y su veto a Sánchez de los últimos meses que se hace visible en la foto de Colón.
La estrategia le salió bien en abril, donde se quedó a algo más de 200.000 votos y nueve diputados de superar al PP de Pablo Casado, al que aspiraba a reemplazar como líder de la oposición. Tampoco le fue mal en las municipales, autonómicas y europeas, pero siempre a la sombra de los 'populares'.
Ahora, tan solo seis meses después, su formación se ha dejado más de 2,5 millones de votos y 40 diputados. Este resultado obliga al partido a abrir un periodo de reflexión y ha llevado a su líder, a Albert Rivera (Granollers, Barcelona, 1979), licenciado y máster en Derecho por ESADE (Ramón Llull) y doctorando en Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Barcelona, a dejar la vida pública.