La trastienda de la COP 25: botellas de cristal para un evento poco sostenible
- Al menos 20.000 personas pasarán por la Cumbre del Clima de Madrid durante dos semanas
- Está previsto que la COP25 cueste 60 millones de euros y genere unas 65.000 toneladas de CO2.
La lucha contra el reloj para organizar en apenas cuatro semanas un evento en el que hay acreditadas más de 20.000 personas y al que acude medio centenar de jefes de Estado y de Gobierno ha terminado. Este lunes ha arrancado en Madrid la Cumbre del Clima y lo ha hecho tal y como estaba previsto, con todo el recinto ferial convertido en "territorio ONU" y con el objetivo claro de aunar fuerzas -las institucionales y las ciudadanas- para hacer frente a la emergencia climática.
Sin embargo, para conocer qué hay detrás de un encuentro de semejante magnitud es necesario poner el foco en la cara menos institucional y centrarse en la trastienda, o lo que es lo mismo, en esos detalles que a menudo pasan desapercibidos en los grandes eventos y que, sin embargo, son muy relevantes.
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Protocolos y el estricto control de seguridad
La seguridad ha sido uno de los elementos más cuidados en esta cumbre y el estricto protocolo comenzó días antes del inicio de la cita, con las inscripciones de los asistentes. En el caso de la prensa, fue necesaria una acreditación en varios pasos y una visita presencial a IFEMA previa a la Cumbre para recoger personalmente la identificación.
En el primer día, uno de los retos era agilizar la entrada de los visitantes y de los más de cincuenta de jefes de Estado y de Gobierno, así como de los organismos internacionales que han coincidido en el mismo recinto madrileño.
En la entrada, el amplio punto de control de seguridad ha convertido el pabellón 2 de IFEMA en algo parecido a un aeropuerto. No solo porque es necesario dejar las pertenencias en las clásicas bandejas grises, sino porque muchos de los asistentes llegaban por la mañana con alguna maleta.
El acceso y la posterior identificación, no obstante, ha sido bastante ágil y, en cualquier caso, ha sido compensado con un recibimiento ‘a la española’: churros con chocolate para que todos los presentes entrasen en calor y para que los visitantes internacionales pudieran degustar un producto nacional de éxito garantizado.
Esa no ha sido la única sorpresa para los recién llegados. Al pasar por el punto de información, todos los inscritos han recibido una botella de cristal que promueve el consumo de agua de grifo -del Canal de Isabel II para ser más exactos- y que podía rellenarse en las diferentes fuentes de agua que se han habilitado en todos los espacios de IFEMA.
Y lo cierto es que ha funcionado la iniciativa, ya que por el recinto se han visto muy pocas botellas de plástico.
Otro gesto hacia los asistentes tiene que ver con el transporte, ya que junto con la botella de agua se han entregado también unas tarjetas de transporte público que, además, pueden ser recargadas de forma gratuita durante los días de la Cumbre.
El plano, un aliado para recorrer 100.000 m2
La COP25 ocupa, en total, siete pabellones -más de 100.000 metros cuadrados- pero hay un espacio adicional de unos 13.000 metros cuadrados en sus centros de convenciones y salas de reuniones.
Como suele ser habitual en la organización de las COPs, hay dos zonas diferenciadas donde se celebran las diferentes actividades y reuniones: una zona azul, pensada para los eventos y negociaciones formales de Naciones Unidas, y una zona verde dedicada a la participación de la sociedad civil. Por eso, el plano del recinto se convierte en un gran aliado para los asistentes, al igual que la clave de WiFI.
La magnitud de esta cita también se refleja en el número de trabajadores que la hacen posible. Solo en personal técnico hay más de 4.000 personas, pero además hay 2.000 voluntarios por día, 300 personas contratadas por IFEMA para dar soporte directo a la organización de la ONU y 1.500 periodistas acreditados.
"Territorio ONU"
Con el arranque de la Cumbre, el recinto de IFEMA ha pasado a ser “territorio ONU”, ya que toda la gestión y la propia seguridad corresponde a las Naciones Unidas, que ha demandado para el evento 450 vigilantes privados y 3 kilómetros de vallado de seguridad.
La multiculturalidad de un encuentro en el que participan delegaciones de 196 países es otro aspecto que lo hace interesante, más allá de los objetivos del propio evento, ya que en las instalaciones de IFEMA confluyen desde este lunes nacionalidades, etnias y razas muy diversas, y conviven los seis idiomas oficiales de la ONU, pero no da la sensación de que se dé aquí la barrera del idioma.
En los discursos de los líderes y en algunos encuentros informales que se organizan en mesas y sillones de la Zona Verde y Azul, está implícito el mensaje clave de esta cumbre, que es también el hashtag oficial: “Tiempo de actuar/Time for action”.
Un evento... ¿sostenible?
Se hable de temas complejos como los mercados de carbono o de asuntos tan comprensibles por cualquiera como la protección de los bosques, la cumbre se entiende desde dentro como una oportunidad para que las instituciones y la sociedad civil remen en una misma dirección y con un mismo propósito al frente.
No hay soluciones fáciles para retos tan arduos, pero un Papá Noel canadiense que visita todas las cumbres desde la que acogió París en 2015 aprovecha su paso por la COP25 para dar sabios consejos sobre el respeto al medio ambiente y el consumo responsable.
Quedan todavía 11 días para seguir hablando de lo que no puede esperar, con la esperanza de que haya acuerdos y compromisos que compensen la huella de carbono que dejará la Cumbre. Porque detrás de un evento que hace gala del respeto al planeta instalando numerosas papeleras de reciclaje o apostando por el agua del grifo, hay una realidad poco coherente con los objetivos de la cita: está previsto que la COP25 cueste 60 millones de euros y genere unas 65.000 toneladas de CO2.