El dolor de Fátima: diez años sin noticias de su hijo desaparecido en el Mediterráneo
- Su hijo salió de Túnez con una veintena de jóvenes: tres murieron, algunos llegaron y otros desaparecieron
- Según ACNUR unas 20.500 personas han muerto o desaparecido en el Mediterráneo entre 2014 y 2020
Un día de invierno, un 14 de febrero de 2011, a las cinco de la mañana suena el almuédano. El despertador para el primer rezo. Las calles de Zarzis, al sur de Túnez, estaban en silencio, despertaban despacio mientras Fátima se despegaba de las mantas para rezar, su primer cometido antes de preparar el té, el desayuno y despertar a los demás. Aquella mañana fría, la armonía del alba se rompe cuando suena el teléfono: "La barca en la que iba Atef ha naufragado, le dicen al otro lado de la línea. Fátima se derrumba cuando reconstruye los detalles de aquella mañana.
Desde entonces han pasado 10 años. Frena el coche en la puerta de la casa, nada más bajar se palpa el silencio que domina el ambiente. Al cruzar la puerta de zinc hay un patio blanco, con telas de colores colgando, la tristeza se vislumbra en cada objeto. En el medio emerge una higuera grande y más al fondo un olivo, dos árboles que evocan al Mediterráneo. Todo está aparentemente ordenado. Entramos en la casa y solo vemos caras serias, miradas que buscan, varios miembros de esta familia se sientan alrededor del micro de RTVE.es para intentar contar su cautiverio.
Fátima viste un vestido verde con flores de color blanco y mostaza, en el pelo lleva un velo blanco con lunares de todos los colores. Colores que pretenden disimular la sombra que emana una mirada que contiene todo el dolor del mundo. A ratos se pierde. Esta mujer de 57 años apenas puede levantarse sola, sufre problemas de corazón y diabetes. Tiene cerca un estuche con medicamentos. Su cuerpo lleva años sometido a la desgarradora realidad de no saber dónde está su hijo. Vive en el limbo entre la vida y la muerte. "Hay días que pienso que está vivo y otros que está muerto". Saca una foto y algún que otro artículo de prensa para enseñarnos.
“Hay días que pienso que está vivo y otros que está muerto“
Guarda una foto de carnet en blanco y negro en la que Atef sonríe suavemente. Era un chaval que acababa de cumplir 19 años. Poseía una bicicleta blanca con la que se movía para ir a los pocos trabajos esporádicos que encontraba. "No había mucho trabajo, nuestro hermano mayor tiene una discapacidad y el otro era pequeño. Nosotros dependíamos de él", interrumpe Fathia, la hermana mayor. "Vino un día antes y me dijo: Mamá, me voy como todos los jóvenes a Francia y trabajaré", recuerda Fátima.
No le dieron dinero para marcharse. Tampoco les dio tiempo para detenerle. Se montó en una embarcación con una veintena de jóvenes de este mismo barrio. "Muchas familias aquí tienen hijos desaparecidos. Esta casa al lado, la que hay enfrente y está otra", indica Fathia. Atef vino al anochecer, se despidió y les prometió que pronto les llamaría. "Hoy sigo esperando esa llamada", dice Fátima y vuelve a derrumbarse. Fathia está casada y tiene a una niña de seis años que se llama Nur, pero desde la desaparición del hermano no puede separarse de su madre. "Yo tengo mi casa, pero voy muy de vez en cuando porque me necesita. Está enferma desde entonces", explica.
"Quiero que se haga justicia"
La embarcación salió con una veintena de jóvenes. A Fátima le consta que fue interceptada antes de llegar a Lampedusa por los guardacostas tunecinos. "Los testigos dicen que fue interceptada, en su intento de huir naufragó", explica. Tres cuerpos sin vida han sido devueltos a Túnez, siete personas han logrado llegar a Lampedusa y hay una decena de los que no se sabe nada".
Fátima desde entonces ha escuchado todo tipo de versiones. "Los supervivientes me han dicho que está en unas montañas de Italia", dice que es lo que más le pesa. "Tenemos pruebas, durante todos estos años he recopilado toda la información. Hay video de cómo fueron interceptados. Ahora solo quiero que se haga justicia", dice. Convive con la duda de si su hijo logró huir o se ahogó en el mar.
Desde entonces Fátima ha contratado a un abogado. Quiere que las autoridades tunecinas e italianas respondan. "Solo quiero que me digan dónde está. Si está muerto quiero verlo. Estoy enferma psicológicamente", reconoce. "Si está muerto que me lo digan para poder descansar", reitera. Le han llegado a asegurar que está en un hospital en Italia. "Cada uno da una versión y nuestro dolor es insoportable", dice Fathia. Los supervivientes les han contado que estaban muy cerca de Italia y que veían la luces de Europa.
Según la asociación tunecina "la tierra es de todos" antes de la revolución de 2011 no se investigaban estos casos. "En los tiempos de la dictadura de Ben Ali hablar de desaparecidos era motivo de cárcel", denuncia Imad Soltani presidente se está organización. Soltani creó esta asociación tras la desaparición de sus dos sobrinos. Solo en el primer trimestre de 2011 tenían apuntadas a 504 personas desaparecidas. "Las familias tienen derecho a decir: este es mi hijo", denuncia.
Esta organización ha abierto procedimientos judiciales en Italia, Túnez y también ha presentado denuncias ante la Unión Europea. En Roma se ha abierto una oficina para estos casos. "No tenemos una respuesta. Trabajamos con abogados italianos y las causas no avanzan. Además, no hay una voluntad política para que se conozcan los responsables. Hay miles de jóvenes desaparecidos".
"La única cura posible es saber dónde están sus hijos"
Soltani reclama vías seguras para evitar también el dolor de aquellos que se quedan atrás. En 2016 se asociaron con una ONG de profesionales de la psicología y psiquiatría. "Intentamos atender a las familias. Muchas siguen arrastrando la incertidumbre. Su vida se ha derrumbado tras la desaparición de sus hijos. Estuvimos un año trabajando con madres y padres y en el informe al acabar el proyecto los profesionales decían alto y claro que la única cura posible es saber dónde están sus hijos", asegura Soltani.
“Los profesionales decían alto y claro que la única cura posible es saber dónde están sus hijos“
Desde la tierra es de todos calculan que hay miles de desaparecidos. En este caso llevan la contabilidad de los tunecinos. El perfil más común es el de varón, joven de entre 20 y 35 años. Recuerdan que una madre o un padre pueden creerse todo tipo de versiones. Cada afirmación abre una pequeña esperanza, esto se puede evitar, dice Soltani, con la verdad. "Las autoridades tienen que contar la verdad. Tienen que pronunciarse. Tienen que decirnos si estos jóvenes están vivos o muertos", dice el presidente de la ONG.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para el Refugiado (ACNUR) incluye a los desaparecidos en el mar con los fallecidos. En lo que va de año al menos 784 personas han muerto y desaparecido en Mediterráneo. Entre 2014 y 2020 calculan que son más de 20.500 las personas que han perdido la vida o están en paradero desconocido en su intento de llegar a Europa.
Fátima ahora solo quiere frenar a su hijo Mohamed. Tiene 26 años y quiere emigrar. En Zarzis no hay trabajo para tantos jóvenes. "Aunque a mi hermano le haya salido mal yo tengo el derecho de intentarlo", interrumpe el joven. "Ellos dependen de mí y yo desde allí puedo ayudarles", reitera. Fátima sin embargo no quiere. Todas las noches no se acuesta hasta que él no regrese a casa. Tiene miedo de perderlo. Se tumba, pero no duerme. "He olvidado como era dormir bien. Llevo diez años que no consigo descansar ni de día ni de noche", dice.
Nos ofrece el té. Las marcas azules y amarillas en los azulejos son lo que más llaman la atención de un hogar desolado. Los colores que viste Fátima no contraponen la sombra que reina en esta casa. Nos despedimos y ella se queda en un rincón entre lágrimas. Pide una almohada para tumbarse. De camino a la puerta para marcharnos saludamos al padre de la familia, se encuentra en una cama con un aparato de oxígeno. "No es por coronavirus, lleva así años", dice Fathia. "Mis padres no merecen esta vida. Están destrozados", asegura desconsolada.