La encrucijada de las víctimas de matrimonios forzados: "Negarte a veces supone romper tus pilares familiares"
- RTVE.es habla con una joven a la que intentaron casar y que ahora ayuda en Cataluña a otras chicas que viven esa situación
- Los expertos aseguran que el caso de las hermanas de Terrassa asesinadas en Pakistán es solo la "punta del iceberg"
La encrucijada en la que se encontró Aya cuando tenía 14 años es la misma que atrapa a otras niñas, jóvenes o adolescentes que, como ella, han tenido que enfrentarse a un matrimonio forzado. Lleva a tener que decidir entre ser dueña de tu propia vida o asumir el destino que determinan para ti tus padres, y eso a menudo supone elegir entre "romper con tus pilares familiares" o ser infeliz junto a una pareja impuesta.
"Mi familia me comprometió de manera forzosa y me negué. Con el tiempo, con insistencia, conseguí que se disolviera ese compromiso, pero en ese proceso hay una serie de presiones y de chantaje emocional en la familia y en el entorno del que no te libras", cuenta en una conversación con RTVE.es. Si ella, nacida en Cataluña y de padres originarios de Gambia, no se hubiera opuesto firmemente a la boda que tenían pactada sus padres, ahora estaría casada con un primo mucho mayor que ella que reside en Estados Unidos y al que no conocía en persona.
La práctica que describe la padecen a diario miles de chicas en todo el mundo y está considerada una forma de violencia de género. Si ha vuelto a estar primer plano en la última semana es por el terrible asesinato de dos jóvenes paquistaníes residentes en Terrassa (Barcelona) y víctimas de matrimonios forzados.
Los expertos explican que se entiende como matrimonio forzado la unión entre dos personas, ya sea de forma civil o religiosa, en la que al menos una de ellas (en la inmensa mayoría de los casos, la mujer) no ha dado su pleno y libre consentimiento, sino que ha sido coaccionada física, sexual, emocional y psicológicamente por la familia y su entorno. Este concepto se distingue, en la teoría, del de matrimonio concertado o pactado, que es el que se celebra con el supuesto acuerdo de ambas partes sin que exista un vínculo afectivo entre ellas. Sin embargo, la línea entre ambos es muy difusa y los profesionales aseguran que tampoco en los matrimonios concertados hay siempre pleno consentimiento.
"Lo que más pesa es el sentimiento de culpabilidad por tu familia"
El trágico final del matrimonio obligado que sufrieron las dos hermanas en Pakistán representa el grado más extremo de este tipo de violencia contra la mujer, pero Aya, que ahora tiene 32 años, explica que el sufrimiento de las chicas que no quieren seguir las pautas marcadas por su familia aparece desde que se anuncia el enlace.
"En el momento en el que lo estás pasando tienes la sensación de desolación, de estar totalmente perdida (...) Lo que más pesa es el sentimiento de culpabilidad por tu familia, por la duda de, ¿lo habré hecho bien?, ¿quizá me habré equivocado?, ¿mis padres tendrían razón y les he deshonrado? Tienes ese peso de la culpabilidad, cuando realmente no has hecho nada malo. Solo has decidido qué hacer con tu vida", cuenta Aya, que si pudo librarse finalmente de aquel acuerdo matrimonial fue por la suma de dos factores: tener una familia muy tradicional pero "no muy radical" y tener un carácter "rebelde".
“Tienes ese peso de la culpabilidad cuando realmente no has hecho nada malo“
Otras niñas o jóvenes, en cambio, tienen un contexto diferente o no son capaces de superar una presión que es enorme. Lo sabe porque la gran mayoría de sus amigas y primas terminaron casadas a la fuerza siendo menores y también porque ahora trabaja como voluntaria en la asociación Valentes i Acompanyades, donde puede ayudar a otras chicas que están pasando por una situación similar a la suya o más grave, y actuar como "referente".
"Imagínate el dolor y el sufrimiento que acarrea el tener que romper muchas veces esos lazos. No digo que todas las chicas tengan que romper lazos con las familias, pero en muchas ocasiones no hay manera de llegar a un entendimiento y negarte supone romper tus pilares familiares (...) Y sabes que tu decisión trae consecuencias para tu padre y también para tu madre principalmente, porque, según la cultura, es la madre la que tiene que educar correctamente a sus hijas y generar un buen modelo de educación. Y, si se desvía, digamos, a la que machacan directamente es a ella por no haber conseguido que la hija fuese por el buen camino. Saber que sus madres van a sufrir por las consecuencias de sus actos genera tremendos sentimientos de culpabilidad", comenta Aya.
Por eso, su intervención cuando ayuda a chicas (la mayoría muy jóvenes, pero mayores de edad) que están en riesgo de sufrir matrimonio forzado se centra en el aspecto emocional. Las apoya, las acompaña, comparte con ellas su experiencia y les hace ver que existen algunas salidas. Lo mismo hace cuando llegan jóvenes que ya han sido casadas y que desean divorciarse.
El caso de las hermanas asesinadas es solo "la punta del iceberg"
En España, los distintos cuerpos policiales han detectado 27 matrimonios forzados desde el año 2015, según datos del Ministerio del Interior, y la mayoría de esas víctimas (14) residían en Cataluña. Sin embargo, desde la Asociación Valentes i Acompanyades, que trabaja desde esa misma comunidad autónoma por la erradicación de los matrimonios forzados, advierten de que las cifras oficiales no se corresponden con la verdadera magnitud del problema, ya que los datos de Interior están ligados a las denuncias interpuestas a los procesos judiciales iniciados y no todos los casos llegan esos cauces.
"Imagínate lo complicado que tiene que ser denunciar a tus padres. Las chicas que sufren esta situación no quieren denunciar a su familia, no quieren meter a sus padres en comisaría o en un calabozo, solo quieren que no decidan por ellas. El gran número de situaciones en los que hay intentos o se consuman matrimonios forzados se escapa de los datos oficiales. Nosotros en 2020 tuvimos 44 usuarias y en el 2021 subimos a 52. Este año ya empezamos a estar desbordados", señala Pablo Becerril, técnico de esa asociación.
“Es muy duro para ellas plantearse tener que romper lazos con sus padres“
En algunas situaciones les llegan casos derivados de servicios sociales, centros de salud u organizaciones, pero también llegan a ellos algunas menores a través de colegios o institutos. Son sus tutores o profesores los que a veces detectan que pueden ser víctimas de matrimonio forzado y activan el protocolo existente en Cataluña. En cuanto a esto, Becerril apunta que, en el caso de las menores, la protección es "muy potente", pero una vez las chicas cumplen 18 años es más difícil que se sientan arropadas; en su núcleo familiar no tiene relevancia que sean mayores de edad, porque siguen estando "bajo el yugo de la decisión que han tomado por ella", y la intervención externa suele ser más lenta que en el caso de las niñas.
Matrimonios que se "acuerdan" en España y se consuman fuera
Lo más frecuente, explican los expertos consultados, es que los matrimonios se acuerden en España pero se consumen en el país de origen y, una vez viajan a territorio extranjero, las autoridades lo tienen muy difícil para intervenir. "Durante la pandemia hemos detectado que ha habido acuerdos matrimoniales vía internet (mediante videollamada) y ese es el primer paso. Después se hace la boda fuera de España y posteriormente la chica vuelve e intentan iniciar la tramitación para la reagrupación familiar a raíz del matrimonio", explica Becerril.
El caso de las dos hermanas asesinadas, Aneesa y Arooj Abbas, de 20 y 24 años, fue distinto. Ellas, que tenían permiso de residencia en España, ya habían sido casadas con sus primos, que viven en Pakistán, y querían divorciarse de ellos para iniciar una nueva vida con otras parejas en Cataluña. Mientras, su entorno intentaba convencerlas para que ayudasen a sus maridos a poder emigrar a España, algo que nunca llegó a ocurrir porque varios familiares acabaron con sus vidas cuando ambas viajaron al país asiático. Lo hicieron, según han confesado, "por honor".
Huma Jamshed, presidenta de la Asociación Cultural Educativa y Social Operativa de Mujeres Pakistaníes (ACESOP) y residente en Cataluña, explica que en su país los matrimonios concertados son algo habitual y lo vincula con una cultura que, por desgracia, dice, sigue siendo "patriarcal". "Enamorarse está muy mal visto y hay muy pocas mujeres que pueden alzar su voz porque nadie te apoya, ni la famlia ni la sociedad. A las mujeres, cuando hablan o tienen voz, intentan machacarlas, aislarlas de la sociedad. Intentan que esté sola como un castigo", explica.
“Las madres tienen dos opciones: apoyar a sus hijas que toman su propia decisión o salvar su matrimonio“
Respecto al caso de las hermanas asesinadas, apunta que la propia madre no denunció: "Las madres tienen dos opciones: apoyar a sus hijas que toman su propia decisión o salvar su matrimonio, y la madre prefiere salvar su matrimonio. Es triste, es una cosa muy fea de la cultura patriarcal", lamenta Jamshed, que, no obstante, menciona que "es difícil entencer estas cosas desde una perspectiva occidental".
También lo cree Becerril, que pide no estigmatizar a las personas extranjeras que residen en España porque se trata de circunstancias específicas. Aya, por su parte, añade: "Evidentemente que hay que denunciar una práctica y una tradición nociva que afecta y vulnera los derechos de las chicas. Se tiene que luchar contra esto, pero nunca estigmatizando a las familias, a las culturas ni a las comunidades. Lo que hay que hacer es concienciar y sensibilizarles del daño que eso supone para las personas, para las familias y para el desarrollo de las chicas".
Además, ambos coinciden en que este caso que ha conmocionado a la sociedad no se puede generalizar porque responde a un fundamentalismo en grado extremo. Lo que sí es común es que, por razones culturales, haya progenitores que entiendan que controlar la vida de sus hijas es la mejor opción para ellas, y es ahí donde, dicen, hay que poner el foco para "ir a la raíz del problema". Desde ACESOP, donde cada semana llega algún nuevo caso de matrimonio concertado, suelen dialogar con los padres para sensibilizar "sin broncas" y explicarles que es una cuestión de "derechos humanos". Además, tratan de ayudar a las chicas a "empoderarse" y les ofrecen herramientas para que puedan denunciar su situación.
Casos detectados en España
Para la detección de esta forma de violencia son cruciales las alertas procedentes de los servicios sociales y del ámbito educativo, ya que no siempre son las propias víctimas las que denuncian. Lo que sí hacen las chicas, a veces, es verbalizarlo, como ocurrió el pasado año en Villaverde del Río (Sevilla), donde dos familias se habían puesto de acuerdo para que la hija de una de ellas, menor, se casara en Zamora con un chico también menor.
Según informa Efe, a partir de información recopilada por diferentes cuerpos y fuerzas de seguridad, la niña, de nacionalidad rumana, se lo contó a una antigua profesora con la que mantenía contacto telefónico y ésta avisó a la Guardia Civil, que organizó la huida de la víctima de la casa y el traslado a un centro de protección.
También en Zamora las autoridades pudieron frustrar en 2018 un plan preparado por una pareja rumana para vender a dos hermanas de ella (de 16 y 17 años) a otras familias por 10.000 euros en cada caso. Y, en Valencia, otra chica, de origen paquistaní, le contó a un amigo que llevaba un mes encerrada en casa por su padre, quien quería casarla en contra de su voluntad y el progenitor fue detenido.
Cada dos segundos una niña contrae matrimonio forzado
A pesar de que no hay cifras oficiales claras, algunos estudios destacan la persistencia de esta práctica en familias originarias de Senegal, Nigeria, Níger, Marruecos o en algunas comunidades de Rumanía, entre otros países. En la ONG Plan Internacional trabajan de manera específica para poner fin al matrimonio infantil, que es el casamiento forzado que afecta a menores; advierten de que "cada dos segundos una niña contrae matrimonio forzado" y de que "una de cada tres se habrá casado antes de cumplir los 18 años".
“Mi padre decidió casarnos a mi hermana y a mí al mismo tiempo“
Atou es una de las víctimas de esta terrible práctica. Vive en Níger, el país con la mayor tasa de matrimonio infantil del mundo y tiene 15 años. "Fui obligada a casarme cuando tenía 11 años. Tengo tres hijos, dos niñas y un niño. Vivíamos en Nigeria pero nos fuimos por los ataques de Boko Haram. Cuando llegué a Diffa (Níger) empecé a vivir con mi abuela. Estaba feliz de vivir con ella, pero murió y terminé volviendo a casa de mis padres (...) Mi padre decidió casarnos a mi hermana y a mí al mismo tiempo", dice la adolescente en un vídeo grabado por esa organización y compartido con RTVE.es.
Con el rostro semicubierto, cuenta a cámara que le hubiera gustado continuar con sus estudios y que su sueño es ser doctora. Lo que no expresa con palabras, pero sí refleja su mirada, es que las circunstancias han lastrado muchas de sus oportunidades de conseguirlo. No le permitieron ser dueña de su presente y el futuro también se lo han intentado dibujar otras manos.