Por Rafael Muñoz
No siempre que se hace una revisión de los años 50 se acierta. Adolfo Domínguez da en la diana con una propuesta joven y llena de vida.
Para los chicos, con el top Jon Kortajarena a la cabeza, utiliza el azul típico de la casa y colorea parkas, trencas, levitas de novio y chaquetas de corte militar. Azules también para las prendas de punto, lino y denim que ofrecen diferentes tonalidades gracias a sus distintos acabados.
Para ellas destapa su perfume más femenino y sensual. A ritmo de rock&roll vemos cazadoras, abrigos de verano y monos de pantalón corto tipo cullote. Los vestidos están cuajados de detalles: plisados, drapeados, fruncidos y bordados que dan a la colección un toque de costura.
Los largos de los vestidos se presentan en todas las versiones: minifalda, por encima de la rodilla, por debajo y hasta el suelo. En encaje pone el toque romántico siempre en tonos suaves, blancos rotos y crudo.
Igual que en el desfile de Jesús del Pozo, Domínguez exhibe vestidos con superposiciones en la falda, distintas capas de tejidos y colores que provoncan un efecto llamativo.
Destacan los vestidos y monos de pantalón ancho porque llevan detalles de camiseria en los cuellos y aberturas en el escote que dan vértigo.
Todos , por ahora, coinciden en miniminzar los estampados. Domínguez utiliza suaves flores como las de lino ideadas por su hija Tiziana, que firma la colección y recoge los aplausos que, enseguida, comparte con Adolfo que ha visto el desfile sentado en la primera fila.