Por RAFAEL MUÑOZ
Asistimos a una lección de diseño con Ángel Schlesser que, sin artificios ni trucos de magia, crea una colección coherente y de aguja impecable. La falda es una de las prendas clave en esta propuesta y las vemos en línea sirena y también con capa.
Destacan otras en encaje asbtracto en color negro que provocan un efecto hipnotizante sobre un forro beige. Junto a este tejido vemos toile de organza, pieles y lentejuelas pero a distintas horas del día, eso sí.
Schlesser se suma a una de las tendencias que más hemos visto sobre la pasarela madrileña: los contrastes. Así vemos siluetas con los hombros y la cintura muy marcados junto a faldas con volumen. También combinaciones arriesgadas como canguros con falda larga, muy ochentero y deportivo, y distinto al revival de los 50 que se repite en muchos de los desfiles.
Los vestidos de coctel negros, sencillos y casi minimalistas, lucen adornos en los hombros que llaman poderosamente la atención. Unos llevan bordados de plata y cristal, centelleantes, que ha lucido Marina Pérez, y otros un adorno en el cuello en forma de V hecho en piel en un tono gris perla.
Los abrigos llevan solapas generosas o lucen un charol brillante en tono rojo. Texturas que brillan se cruzan con otras mate Para las amantes de las pieles vemos prendas en Bassarik, más económica, y otras en napa, piel que Schlesser modela a su antojo.
Los colores varían sin estridencias. La gama de avellana, castaña y nuez, tan otoñal, se alía con otras con más personalidad como cognac o burdeos, aparentemente masculinos pero dotados, aquí, de una fuerte dosis de coquetería. El gris no pierde su espacio y entra con fuerza en rosa, que vemos en suaves empolvados o tibios carne.
Para la noche se alargan las siluetas ocultan los zapatos. Las lentejuelas se adhieren a faldas que se llevan un jersey de punto discreto y también a vestidos sirena, por su tacto y por su línea, que han cerrado el desfile.