Lleno absoluto. Nadie ha querido perderse el debut de Josep Font al frente de la casa DelPozo, desfile con el que queda inaugurada la semana de la moda de Madrid.
La temperatura ideal, la belleza del parque El Capricho, la música en directo de The Chinese y las ganas por disfrutar de nuevo de Font han sido caramelos para endulzar la espera y preparar al paladar para el banquete.
La colección, lo verdaderamente importante, es placentera, un lujo para los sentidos: amarillos y rosas flúor, de helado de hielo; texturas sedosas que acarician, y contrastan con otras más recias; bellos estampados de flores, evocadores y románticos.
Las primeras salidas se viven en crudos y la paleta cromática va creciendo en riqueza y sensaciones. Los neutros van del crema al visón, pasando por el té, rosa pálidos y el saco. Un coral, un azul muy intenso y vivo, un amarillo feliz y el dorado completan la carta de colores siempre al servicio del patrón, nunca al revés.
Los cortes, siguiendo la estela de Jesús del Pozo, son recios, orquestados para construir una melodía de costura (de alta costura), con volúmenes ingeniosos se crean desde el interior, pliegues y plisados bellos (y perfectos) que se proyectan de forma tridimensional con sus formas tipo origami; y todo para dotar a las prendas de una personalidad arrolladora.
Las faldas salen en diferentes largos, a veces rozando el suelo, y los pantalones llevan el talle alto y se estrechan en el tobillo, a veces con un dobladillo de corte masculino. Font adora jugar con los códigos masculinos pero sin caer en lo evidente, en lo fácil.
Las prendas son muy femeninas pero en muchas se adivinan detalles garçon: cuellos camiseros, texturas no tan suaves, pantalones con bolsillos y chaquetas.
Es una colección especial, que marca un punto de partida (rompiendo con ciertas ataduras) y pretende ser una declaración de intenciones, pero en ella no faltan tendencias vistas en pasarelas internacionales, como las prendas con péplum, para seducir también a quien necesita vestir très à la mode.
La nobleza de la organza se combina con la naturalidad del lino, uno de los tejidos protagonistas. Tules y sedas se divierten con encajes artesanales, nido de abeja en cinturas, y patchwork formados con colores, cristales y cuentas de mil colores.
El negro, tan característico de la casa, recuerda con ternura al genio desaparecido, al igual que los tocados, chaquetas y túnicas con estampado geométrico.
La colección, en definitiva, es elegante, sofisticada, atrevida y de una feminidad contenida. Es muy Font, pero del nuevo Font; del genio que vuelve a la actualidad con espíritu renovado, positivo, hambriento y feliz.
Si Raf Simons ha logrado dar un nuevo aire a Dior con una colección de lujo exquisito pero fácil de llevar, Font sube un escalón más y dota a la suya de una belleza embriagadora.