Es una apasionada de las películas de ciencia-ficción y se nota. Su colección habla de la evolución física y anímica de la mujer. Desde la niñez hasta la vejez. Para reflejar la primera etapa viste en tono nude (desnudo) y las prendas llevan marcas que recuerdan a las venas y las formas del cuerpo.
La adolescencia se basa en la lucha entre fragilidad y fuerza, con organzas y mikados, y entra el negro y también un estampado collage que representa a una quimera, el ser mitológico formado por muchos animales.
El guerrero simboliza la madurez, y vemos diseños con volúmenes que parecen armaduras medievales, y un mono corto inspirado en una casaca de samurái. La vejez es el monstruo, el devorador, y se escenifica con estampados de plumas y formas que recuerdan a la cola de un dragón.
Los zapatos, “tuneados”, dice, aportan un aire de irrealismo a la colección. La primera de esta madrileña que se va de EGO con una gran ovación.
“He estado tres meses encerrada en casa, cortando, plegando y cosiendo para hacer un vestido”, cuenta Eva Soto. Su trabajo es pura artesanía y su entrega bestial. Inspirada en la escultura y la arquitectura crea volúmenes irreales jugando con la técnica del origami.
Ha teñido todas las telas; eran blancas y ahora son verdes, azules y rojos. Ha bordado y dibujado con sus manos temas de la naturaleza (aves y flores), y ha tratado los tejidos hasta buscar la textura que quería.
Vemos una falda rígida que ha hecho colocando papel en la entretela y plegando formando nichos geométricos para lograr la consistencia que necesita esa falda-escultura; y para conseguir un look total ha cubierto los zapatos con medias que terminaban escondidas bajo el vestido. Un acierto, como otros tantos de la colección.
Soto Conde vive en Camados, Galicia. Estudió Bellas Artes y Diseño de Moda. Dice que tiene proyectos y ,por lo que dicen sus ojos, sueños. Esos que en la noche te llevan lejos, quizá por eso ha cerrado el desfile un vestido-escultura en forma de ave.