Se cumplen 50 años de la huelga de la primavera de 1962 en las cuencas mineras asturianas; un catalizador que activó la unión de la oposición al régimen franquista. El autor del guión, Alejandro Caballero, comparte con nosotros los recuerdos del rodaje y nos presenta a sus protagonistas.
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La radio jugó un papel muy importante durante la Huelga del silencio de 1962. Se convirtió en altavoz invisible de lo que ocurría en la cuenca. La noticias se escuchaban clandestinamente en todo el país
Animación en 3D de cómo se extendió la 'huelga del silencio'
Tras un mes de huelga, algunas familias empezaron a pasar hambre. Una de las medidas de presión utilizadas por las empresas fue el cierre de los economatos pero surgieron mecanismos de solidaridad que paliaron en parte estas necesidades. Se pusieron en marcha comedores sociales, los comerciantes fiaban a sus clientes, y particulares y locales como 'El Roble' del poblado minero de La Camocha daban de comer a los más necesitados. Menos determinante para la huelga pero más inquietante para el regimen fue la ayuda económica procedente de las cajas de resistencia financiadas desde el exterior
Uno de los episodios más famosos y más simbólicos de “La huelga del silencio” es el referido al maíz que sembraba los caminos y los accesos a los pozos y a las fábricas. El sistema represivo franquista impedía que los mineros pudieran reunirse de una manera abierta. Aún así, a través de encuentros clandestinos, en “chigres” y otras localizaciones, los más activos llegaron a planificar acciones como el lanzamiento de octavillas y de maíz. El mensaje del maíz era claro y nítido: se llamaba “gallinas” a los esquiroles que se incorporaban a sus puestos de trabajo.
Conscientes del gran riesgo personal que suponía significarse de una manera clara y meridiana, los mineros evitaban lanzar mensajes verbales a favor de la huelga. La actividad promotora de los más comprometidos tomaba forma a través de gestos tan simples como llegar al centro de trabajo y “no bajar la percha”. En muchos pozos e instalaciones mineras se utilizaban perchas, que se subían al techo mediante unas cadenas, para colgar la ropa de trabajo. Si el minero llegaba a la “casa de aseo”, se cruzaba de brazos y no bajaba la percha estaba diciendo sin palabras que él iba a unirse a la huelga. Gestos iniciados y realizados generalmente por los mineros más prestigiosos que, en silencio, promovían la huelga.