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Cuando el producto triunfa en directo

  • Más de 800 personas asistieron al concierto de The Ting Tings en la Sala Joy Eslava de Madrid
  • Te ofrecemos la grabación de 'Great DJ', realizada por La2 Noticias

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The Ting Tings, en Madrid

Alguien ha llegado a insinuar que se trata de una de las mejores bandas de pop de la música británica. Quizás es el producto de la emoción de escuchar algunas de las canciones de 'We Started Nothing', el debut discográfico de The Ting Tings. El concepto es tan sencillo como rompedor: una suerte de White Stripes festivos y mucho más coloridos, que conjugan temas tan facilones como pegadizos. Agreguen una buena producción y el resultado es un éxito musical y centenares de seguidores que abarrotaron el Joy Eslava de Madrid para verles en directo.

Ir al concierto de un grupo como éste es todo un problema: con un sólo disco publicado sabes que el recital será efímero, y eso es una complicación tomando en cuenta el ritmo que Jules De Martino y Katie White imprimen en el escenario desde el primer segundo de concierto. "Me quedé insatisfecha" dice una fan a la salida, y probablemente sea la sensación con la que se queda toda una sala tras 45 minutos de concierto. "Es muy fuerte esto de salir de un concierto a las diez y media de la noche", dice un reconocido periodista musical. Hay que decirlo: el público disfrutó tanto que se quedó insatisfecho.

Ellas con flequillo y ellos con sombrerito a lo Doherty, ambos calzados con Converse. La modernidad respiraba por cada rincón de la sala y uno no puede dejar de pensar en la maravilla de Internet y de emisoras como Radio 3, porque a pesar de ser verdaderas estrellas en el Reino Unido, en España el mainstream aún no se fija en esta joya musical bailable a medio camino entre los 80 y la moda más fotologuera.

Tras un considerable retraso, el público empieza a pedir pan y circo y allí salieron al escenario. Él con sus eternas gafas y su semblante de funcionario de Hacienda; ella, un extraño pero bien conseguido cruce entre PJ Harvey y Kylie Minogue. Aquí surge el siguiente problema: sólo ellos dos pueblan el escenario, a ratos Jules toca batería y guitarra, mientras Katie también se pluriemplea con los teclados y la guitarra. ¿Qué parte hay de real y de pregrabado en este dúo-orquesta? No se sabe, pero la gente está más pendiente al salto y a cantar los estribillos. Buena señal.

El efímero concierto es tan irregular como el disco, que se sostiene en su totalidad gracias a cuatro canciones que sacan a flote a todo el trabajo. Aunque el concierto arranca con un pegadizo 'We Walk', la chispa no se enciende hasta el festivo estribillo de 'Great DJ' y la irregularidad navega a través de la susurrante 'Traffic Light' o la melódica 'Be the One'. Evidentemente, con los primeros acordes de 'We Started Nothing' vuelven los saltos que de repente se estilizan con todo tipo de bailecitos al escuchar el conocido 'Shut Up and Let me Go'. Tan previsible como el tracklist del concierto, es su cierre, por los aires y con el mejor tema del disco debut de los ingleses, 'That's Not My Name'.

A veces, que un producto sea prefabricado no es algo criticable. En este caso Jules y Katie explotan a la perfección esta faceta como anzuelo para atraer a un público que termina amaestrado para disfrutar con sus canciones. Sobre el escenario saben cómo sudar sin perder el estilo y el tándem perfecto se salda con grandes momentos con ella a la guitarra y con él desde su imponente puesto frente a la batería y sin descolocarse las gafas de sol ni por un instante. Triunfaron, y como llegaron, se fueron. Habrá que volver a verles cuando cuenten con alguna canción más que interpretar.