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Fallece Levon Helm, una referencia musical del último siglo

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Como aquella maravillosa película de John Ford, la música y la figura de Levon Helm (Arkansas, 1940) evocan paisajes abiertos, sentimientos de comunión con la naturaleza, emociones telúricas y raíces profundas, un formidable bagaje que se abre paso en el imaginario del rock y el country-rock como uno de los grandes referentes líricos del último medio siglo.

La década prodigiosa

En 1967, Levon & The Hawks se convierten en The Band, una vez que Levon Helm y sus entonces compinches deciden dar el salto al estrellato, animados por su feliz encuentro con Bob Dylan. Poco después, en el sótano de una casa alquilada por Garth Hudson, Richard Manuel y Rick Danko en Woodstock, se alumbraron dos discos prodigiosos (The Basement Tapes, de Dylan, y Music from Big Pink, debut de The Band) que marcaron el devenir musical del rock americano.

Enseguida, apenas una década prodigiosa (1968-1978) les valió para inventar un viejo/nuevo estilo trufado de blues, country, soul sureño y gospel rural, el glorioso antecesor de un género que hoy conocemos como Americana. Además de acertar en su papel de profetas del rock adulto (no, nada que ver con el AOR), The Band supieron conjugar otras identidades de similar importancia, secundando al primer Dylan eléctrico en discos y conciertos canónicos y escribiendo con el cineasta Martin Scorsese una página imborrable en la historia del cine musical.

Emoción en la granja

Bien vale para Levon Helm lo que escribió sobre The Band el periodista francés Jean Michel Varenne, en su libro Los poetas del rock: “Son una asociación de campesinos-músicos que viven al ritmo de las estaciones en una casa pintada de rosa y que buscan su inspiración en un álbum de antiguas fotografías color sepia. Su música hunde sus raíces en el patrimonio americano. Son multiinstrumentistas y recrean el ambiente de las square dances de la conquista del Oeste, el dixieland de los speak-easies de la Prohibición y el advenimiento del rock tras la guerra de Corea. Tocan el piano ragtime y el órgano eléctrico, componen arreglos para metales y acordeón, improvisan solos de saxofón…, todo ello en un clima de cohesión espiritual perfecta”.

Tales han sido las señas de identidad de la carrera en solitario de Levon Helm, marcada por discos mayúsculos como American Son (1980), Levon Helm (1982), The Midnight Ramble Music Sessions (2006) o Electric Dirt (2009), en los que el ex baterista de The Band reclamó para sí el legado del legendario quinteto.

Ruedas ardiendo

En 1993, cinco años antes de la muerte de Rick Danko, y desaparecido ya Richard Manuel, Helm escribió su autobiografía, This wheel’s on fire-Levon Helm and the story of The Band, donde explicó su visión de los problemas que condujeron a la disolución de The Band, centrando la mayoría de las culpas en el guitarrista Robbie Robertson, que habría maniobrado primero para despojar a los demás miembros del grupo de la autoría de las canciones y habría conspirado además, con su amigo Scorsese, para hacer patente su (tramposo) liderazgo en las imágenes de The Last Waltz.

Helm ha muerto en Nueva York a los 71 años, reconciliado ya con Robertson, fotografiado con su perro en su página de Facebook, en un hermoso homenaje a la pasión que siempre mantuvo por las emociones sencillas y por lo mejor de las tradiciones: el valor de la amistad, la alegría de vivir, el deseo del hombre de reencuentro con sus raíces más íntimas, con el color de su tierra y la mirada limpia de los suyos, la búsqueda permanente de la honestidad, el gusto por los espacios abiertos, las epopeyas humanistas y las leyendas rurales.

El gran Levon Helm, cuya herencia musical recordamos este domingo en Sonideros (a las 21 horas), inmortal como uno de esos centauros del desierto retratados por el maestro John Ford en otra de sus películas inmortales.

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