Muere el barítono alemán Dietrich Fischer-Dieskau, la voz de Schubert
- Radio Clásica le rendirá tributo en su programación
- Ars Canendi, El fantasma de la ópera y Grandes Ciclos se suman al homenaje
- Una de las grandes voces del siglo XX
- Un intelectual del lied alemán
El admirado barítono alemán Dietrich Fischer-Dieskau, una de las grandes voces del siglo XX fallece pocos días antes de cumplir los 87 años de edad. Su celebridad se debe principalmente a su aportación a la ópera alemana y a su interpretación de los lieder de Franz Schubert, Carl Loewe o Gustav Mahler.
El timbre de su voz y sus cualidades técnicas e interpretativas han convertido a Fischer-Dieskau en uno de los principales maestros de la lírica universal. Su legado se extiende en un amplio y variado repertorio que se diversifica en multitud de géneros, épocas y estilos; una discografía antológica de alto valor histórico así como una inestimable labor pedagógica y una profunda reflexión teórica e intelectual.
Homenaje en Radio Clásica
Radio Clásica rinde homenaje a la memoria de Dietrich Fischer-Dieskau con una programación especial prevista durante los próximos días en el magacín de actualidad Redacción de Radio Clásica. Martín Llade le dedicará sus efemérides en Todas las mañanas del mundo; Rafael Banús repasará su discografía en El Fantasma de la ópera y en Ars Canendi (domingo 10 de junio), Arturo Reverter indagará en su personal línea de canto. Y en las próximas semanas, Eva Sandoval preparará un Grandes ciclos para recordar a este gran artísta e intelectual de la música.
Una voz de natura
Nacido en Berlín, el 28 de mayo de 1925, fue bautizado con el nombre Albert Dietrich Fischer. Su padre, Albert Fischer incluyó en el nombre familiar el apellido de la madre, Theodora Dieskau, quien era descendiente de Carl Heinrich von Dieskau para quien Johann Sebastian Bach había compuesto en 1742 su Cantata Burlesque, BWV 212. Dotado con unas condiciones naturales asombrosas, el pequeño Dietrich comenzó a cantar de niño, tomando sus primeras lecciones al piano con 9 años y formándose como cantante a partir de los 16 años.
Ofreció su primer recital público con 17 años de edad interpretando uno de los ciclos de Schubert que le acompañaría a lo largo de toda su vida: El Viaje de Invierno (Winterreise, D. 911). Cuando se disponía a cantar el octavo lieder del ciclo, Rückblick (Mirada retrospectiva) fue interrumpido por un bombardeo de las fuerzas Aliadas sobre Berlín (1943). En una entrevista concedida décadas más tarde, el propio Dietrich Fischer-Dieskau recordaba cómo las doscientas personas del público, el pianista y él mismo tuvieron que guarecerse en un sótano durante dos horas y media.
Después del bombardeo, la audiencia le pidió al joven debutante que prosiguiera con los lieder hasta completar las veinticuatro estaciones que conforman el particular Vía Crucis creado por Schubert en 1827, quien transita de la vida a la muerte por los caminos de la pasión, el amor, el desamor, la belleza, la soledad y el desapego. Un peregrinaje vital marcado por los versos de Wilhelm von Mueller que unió indisolublemente el testamento vital de Schubert con el legado de Dietrich Fisher-Dieskau.
Tras acabar sus estudios de secundaria y finalizar el primer semestre en el Conservatorio de Berlín, Fischer-Dieskau fue llamado a filas debido a la Segunda Guerra Mundial. En 1945, en el norte de Italia fue tomado como prisionero de guerra por parte del ejército estadounidense. Durante los dos años que pasó en el campo de prisioneros se dedicó a combatir el horror cantando a los soldados algunos de los ciclos más emblemáticos del repertorio del lied alemán como Dichterliebe (Amor de poeta), de Schumann, o Die Schoene Muellerin (La bella molinera), de Schubert.
Referente en la lírica del siglo XX
El salto definitivo a los escenarios tuvo lugar de imprevisto cuando en 1947, Dietrich Fischer-Dieskau tuvo que sustituir en último momento al solista titular enfermo para interpretar Un réquiem alemán, de Johannes Brahms. Fue entonces cuando la Deutsche Oper de Berlín fichó al joven barítono quien mantendría una estrecha relación con esta institución operística durante toda su vida.
Aunque Fischer-Dieskau fue prisionero de guerra accidentalmente, siempre puso su voz al servicio de la paz y de la concordia. De hecho, no dudo en aceptar la invitación de Benjamin Britten cuando éste le convocó en 1962 para estrenar su War Requiem en la Catedral de Coventry que había sido destrozada por las bombas alemanas durante el conflicto.
Dietrich Fischer-Dieskau cultivó con interés no sólo la ópera y el lied alemán sino también el oratorio. Pocos cantantes de la historia han podido abarcar un repertorio tan variado alcanzando el grado de excelencia. En el ámbito operístico son modelos interpretativos su recreación de personajes para barítono firmados por Mozart, Verdi, Wagner y Strauss como sus inolvidables Wotan, Hans Sachs, Amfortas, Telramund, Iago, Macbeth, Scarpia, Almaviva, Don Giovanni, Jochanaan, Madryka…
La voz de Dietrich Fischer-Dieskau ha llenado los escenarios más prestigiosos de Europa y Estados Unidos, colaborando a las órdenes de batutas ya emblemáticas como Daniel Barenboim, Christoph Eschenbach o Claudio Abbado. Su director predilecto era Wilhelm Furtwängler (1886-1954), sobre el que Fischer-Dieskau recordaba lo siguiente:
«En cierta ocasión Furtwängler me dijo que lo más importante para un intérprete era construir con la audiencia una comunidad de amor por la música, crear un sentimiento de hermandad entre las personas de diferentes lugares, opiniones e ideas». Y concluía el barítono: «He vivido toda mi vida con ese ideal como intérprete».
Las inquietudes musicales de Dietrich Fischer-Dieskau no sólo se adscriben al canto sino que además, ejerció como director de orquesta en numerosos eventos y grabaciones discográficas.
Un intelectual del lied alemán
En sus memorias, el legendario pianista acompañante Gerald Moore escribía sobre Fischer-Dieskau el siguiente comentario: «Con sólo cantar una frase, ya advertí que me encontraba ante la presencia de un auténtico maestro». Ambos iniciaron un tándem artístico en los años 50 que mantuvieron durante un par de décadas emprendiendo una colección de grabaciones históricas que han pasado ya a los anales de la historia discográfica.
Durante casi siete décadas, Fischer-Dieskau se ha ido ganando a pulso el título honorífico de "maestro del lied alemán". Son muchos los melómanos que al escuchar a Schubert no pueden dejar en pensar en el timbre vocal y el exquisito gusto interpretativo de Fischer-Dieskau.
Su contribución discográfica a lied no sólo abarca la integral de los lieder de Schubert para voz masculina sino también grabaciones antológicas de los lieder de Schumann, Brahms, Wolf, Liszt y Mahler.
Una de las obsesiones de Fischer-Dieskau era la importancia de la palabra, la necesidad de profundizar en la poética y en el contenido filosófico de los versos que dan vida a cada lied. La precisión en la articulación y la transparencia en la pronunciación sorprendían no solo en su idioma materno, el alemán, sino también en francés, inglés, ruso, hebreo y húngaro.
En su bibliografía destacan su contribución teórica a la estética de la música así como a la historia e interpretación musical, en publicaciones como Wagner y Nietzsche: el mistagogo y su apóstata (1982), Hablan los sonidos, suenan las palabras (1990) y Los lieder de Schubert (1996).
Pedagogía y retiro
Junto con una dilatada carrera como solista Dietrich Fischer-Dieskau compaginó su agenda de conciertos con el ejercicio de la pedagogía. Dos de sus discípulos más notables son los barítonos Thomas Quasthoff y Christian Gerhaher.
La última actuación pública relevante de Dietrich Fischer-Dieskau como barítono tuvo lugar en una gala en la Ópera Bávara, en 1992. Desde entonces, el cantante se consagró al estudio y la investigación tanto de la técnica vocal como del análisis musical del legado liederístico de Schubert, del cual llegaría a ser una eminencia. Otra de sus pasiones fue la pintura a la que dedicó buena parte de sus últimos años, retirado en su casa de Starnberg, a las orillas del lago del mismo nombre.
Dietrich Fischer–Dieskau ha fallecido el pasado viernes día 18 de mayo, en su casa de Starnberg (Baviera), rodeado de sus familiares tal y como ha informado la soprano Julia Varady, su cuarta esposa con la que se casó en 1977. Fischer-Dieskau es padre de tres hijos destacando en el mundo artístico el director Martin Fischer-Dieskau. La noticia de su muerte ha desatado multitud de condolencias por parte de sus miles de seguidores así como de importantes personalidades del entorno musical y del ámbito político y social.
Una curiosidad: el asteroide identificado como 42482 ha sido bautizado en su nombre como "Dietrich Fischer-Dieskau" . Un hermoso símbolo de cómo su voz seguirá vibrando en el firmamento más allá del tiempo y del espacio.