'Jamás tendré 20 años', de Jaime Martín, una emotiva historia familiar sobre la Guerra Civil
- El dibujante narra la historia de sus abuelos durante la Guerra Civil española
- Su abuelo salvó la vida gracias a que un falangista le reconoció como una promesa del boxeo
Tras narrar la complicada mili de su padre en Ifni en Las guerras silenciosas, Jaime Martín (Barcelona 1966) se vio con fuerzas para bucear en el trágico pasado de sus abuelos, Jaime e Isabel, a los que el golpe de estado de Franco robó juventud y las libertades conseguidas durante la II República, asegura.
"Hace tiempo que lo tenía en la cabeza; me habían explicado las historias desde pequeño, y ya en los ochenta, cuando trabajaba en la revista 'El Víbora', sabía que ahí había algo importante que contar, pero era demasiado joven, estaba en la fase de contar las cosas de mis amigos melenudos, aún no estaba preparado", recuerda el autor.
Jamás tendré 20 años (Norma) se abre en Melilla, pocos días antes del golpe militar del 36, ciudad en la que vive Isabel, una modistilla analfabeta que ve cómo los fascistas matan a sus mejores amigos que habían colaborado con el régimen republicano y que huye a Barcelona para evitar que le den 'el paseo' a ella.
Allí, conocerá a Jaime, un boxeador que combate en el frente de Aragón, y del que irá recibiendo cartas a lo largo de la guerra.
Basado en hechos reales
Aunque todos los hechos de la novela son ciertos, tanto las cartas como las fotografías de la época acabaron quemadas, porque eran muy peligrosas al finalizar la guerra ya que la pareja recibió muchas visitas nocturnas de falangistas, comenta Martín.
De hecho, uno de los momentos más dramáticos de la novela es la noche en que Jaime salva la vida gracias a que uno de los verdugos que fueron a por él le reconoce como una promesa del boxeo del barrio, y le otorga una clemencia que no le impedirá oír cómo las balas acaban con sus amigos a unos metros de su casa de L'Hospitalet de Llobregat, donde vivirá el resto de vida acompañado del recuerdo.
Martín afirma que el libro le ha servido para reconciliarse con la memoria de su abuelo, un republicano de izquierdas, apodado "el boix" (el loco) porque se dedicaba a meterse en líos cuando veía en la calle cosas que consideraba injustas.