Baan Naboon: huérfanos del sida
El gobierno tailandés ha anunciado recientemente que más de 200.000 personas están infectadas por el VIH en su país. Sin embargo, la alarma no se limita únicamente al crecimiento de la enfermedad, lo que resulta más grave es la actitud pública de discriminación con las personas enfermas. Siempre ha habido enfermedades malditas como la lepra o la peste. La falta de información es el principal motivo de rechazo. En Tailandia continúan asociando el VIH a una serie de comportamientos que la sociedad considera inmorales. Los enfermos de sida suman al dolor de su enfermedad la marginación y el rechazo de sus propios familiares y amigos. En las zonas rurales son empujados a dejar sus casas para irse a vivir al campo, sin posibilidad de relacionarse.
Baan Naboon
En 1980, la congregación tailandesa de las Hermanas Amantes de la Cruz de Tharae, abrieron un hogar para atender a los niños huérfanos y que sufrían rechazo por tener algún familiar leproso. Hoy en día la casa acoge a estos mismos niños que han perdido a sus padres por culpa del sida. La ong española PROYDE colabora con estas religiosas para la promoción de la infancia. El último proyecto conjunto tiene una financiación de tres años que se extiende hasta 2012. En él se contemplan las becas escolares para todos los huérfanos de Baan Naboon.
Ranas y peces
Durante el último año, la ayuda de la ong de los Hermanos de La Salle, PROYDE, ha llegado también a 52 familias con sida en las zonas más pobres del noreste tailandés. Las piscifactorías caseras son una fuente de ingresos importante. La inversión necesaria es pequeña y ofrecen un rendimiento notable. Los criaderos de ranas también son un negocio rentable. Se trata de una especie muy apreciada en la gastronomía del lugar y su cría no es fácil porque son animales que necesitan mucha tranquilidad. Los campesinos infectados por el virus, al vivir fuera de las aldeas, han conseguido que las ranas se multipliquen rápidamente. Estas actividades les ayudan a generar los ingresos suficientes para no morir de hambre apartados de sus familiares, amigos y vecinos en mitad del campo.
Las religiosas se han puesto como objetivo que las 239 personas afectadas por el sida en su zona puedan vivir con dignidad. Mientras los criaderos de ranas y las piscifactorías caseras se multiplican, ellas continúan acompañando a los enfermos, cuidando a los huérfanos y dejándose la vida para que la sociedad se libere de prejuicios y acepte a los enfermos de sida.