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Turbador y auténtico Oskaras Korsunovas

  • La compañía lituana tiene un público fiel en su tercer año en Temporada Alta
  • Dugne se basa en Los bajos fondos de Máximo Gorki
  • Un lenguaje original, crudo, directo y poético, pero sobre todo muy vivencial

Por
Korsunovas reflexiona sobre el oficio de actor

El público va entrando en la sala. Los actores ya están ahí, vestidos de calle, sin maquillar, sentados ante una mesa, a muy poca distancia de las primeras butacas. La luz de sala no se apaga. Un actor señala el primer subtítulo que aparece en la tela del fondo, pidiendo que apaguemos los teléfonos. Empiezan a hablar. Sí, son los actores; pero sin darnos cuenta, ahí mismo, sin aparentemente ningún cambio, surgen los personajes.

El objetivo de los actores es convencer al espectador de la verdad de su personaje. Ésta quizá sea de las cosas más hermosas y logradas, pero no la única, de Dugne, la versión de Los bajos fondos de Máximo Gorki, a cargo de Oskaras Koršunovas y su compañía. La reflexión sobre el oficio del actor, sobre su sentido, es recurrente en este dramaturgo lituano, que el año pasado, también en el Festival Temporada Alta de Girona, presentó Hamletas, una versión del clásico de Shakespeare que transcurría en los camerinos.

Habitual ya en este festival gerundense, Koršunovas se ha creado un público fiel que, desde que en 2011 presentó Miranda, su particular versión de La tempestad shakespeariana, espera con ansia ver sus obras. Dugne retrata un grupo de personajes marginados que se encuentran en una casa de huéspedes en tiempos de la Rusia zarista. La adaptación parte del cuarto acto de la obra del escritor ruso. Los intérpretes, dispuestos como en una rueda de prensa (o una santa cena regada con litros de vodka verdadero), van dando forma a sus personajes a la vez interactúan con el público. Sin ningún problema a pesar del idioma.

Ese es otro de los elementos destacables: la proximidad y el diálogo con el público, derribada la cuarta pared. Hay mucho desgarro, relatos duros, interpretaciones muy vividas, y también mucho humor, en esta historia que pone sobre la mesa un dilema: ¿se puede salir de los bajos fondos o hay que resignarse a permanecer siempre ahí? La esperanza es lo que está en juego. Una reflexión sobre la fe en el ser humano y sobre el sentido de la vida que Koršunovas nos sirve con su lenguaje poético, crudo y original.

Una vez más Temporada Alta nos da la oportunidad de ver piezas a las que, de otro modo, difícilmente podríamos acceder. Hasta el 8 de diciembre que termina el festival, tenemos todavía la oportunidad de ver Fauna de Romina Paula (21 de noviembre) y Cineastas, de Mariano Pensotti (24 de noviembre), ambos jóvenes dramaturgos argentinos muy interesantes que repiten en Girona; la versión de Orlando de Virgina Woolf del creador belga Guy Cassiers, que pudimos ver en el Festival de Aviñón (29 noviembre); Susn, del rompedor alemán Thomas Ostermeier (30 noviembre); y la magnífica versión del Sueño de una noche de verano a cargo de los Propeller (4-6 diciembre). Algunas de las propuestas imprescindibles de lo que queda de festival.