Barrios que reviven
- Han estado olvidados, nadie los visitaba, fueron peligrosos o focos de delincuencia. Ahora, han resurgido gracias al empeño de sus vecinos.
- Compiten con los más monumentales, aparecen en las guías turísticas y luchan para mantener su esencia.
- Carabanchel, en Madrid; San Luis, en Sevilla o la Magdalena, en Zaragoza se han convertido en barrios imprescindibles.
Piedad enseña su barrio a los turistas. En su ruta encuentran el edificio más antiguo de Madrid, el primer campo de fútbol que hubo en España o la finca donde los reyes María Cristina y Fernando VII tenían su residencia de verano. Con la boca abierta se quedan los visitantes al descubrir los rincones secretos de Carabanchel, el distrito más poblado de Madrid y al que, hasta hace poco, se conocía sólo por su antigua cárcel y su pasado obrero. Donde antes hubo droga, se levantan hoy edificios en los que viven y trabajan arquitectos y artistas con la ventaja de estar cerca de la capital y pagar tres veces menos de alquiler. Amalio tiene una galería de arte en lo que fue una imprenta; su hermano Daniel reforma locales para convertirlos en viviendas. Natalia y Héctor han mudado la cocina de su negocio a un local de 500 metros cuadrados por el que pagan lo mismo que antes por uno de 60 metros en el centro de Madrid.
Si preguntamos en Zaragoza por el barrio de moda, todos coinciden: La Magdalena. De zona degradada ha pasado a estar en el objetivo del turista. En el colmado de Carlos se venden los mismos caramelos y baratijas que hace medio siglo. Presume de ser el dueño de la tienda más antigua de Zaragoza. En su escaparate se congeló el tiempo, pero el reflejo de la venta de droga y la prostitución se ha borrado del cristal. Hoy, sus 22.000 vecinos muestran orgullosos su símbolo: La Torre del Gallo. Una atalaya mudéjar que Josefina tiene frente a su terraza y que ofrece las mejores vistas del centro de la ciudad. A sus pies, la calle más pequeña del barrio, se atraviesa en doce pasos; al volver la esquina, una alpargatería de cuarta generación con el calzado que ayer fue de pobres y que ahora se rifan turistas y modernos. Maribel vive de enseñar el milagro y una de las joyas menos conocidas de este rincón zaragozano: una iglesia del siglo XV que los vecinos apodan ‘de bodas y conciertos’ enclavada en la antigua judería. Cada jueves Esteban compite con sus costillas asadas de ternasco de Aragón y el juepincho, un viacrucis de tapas y cañas que ha puesto en los altares a los bares y a la gastronomía del barrio.
A quince minutos de la Catedral de Sevilla tiene Marcelo su hotel. Desde la azotea contempla toda la ciudad y se distingue el mapa que han trazado comerciantes y vecinos para poner a San Luis en el disparadero del turismo. En las antiguas zonas deprimidas del barrio han surgido restaurantes, cafeterías; y en los corralones (antiguos garajes reconvertidos en lugares de ocio), se mezcla el sonido del flamenco, con el pincho de tortilla y la salida de los nazarenos. En el bar de Santa Marina, Joaquín se quita el uniforme de empleado de banca para ensayar el paso de procesión todos los días del año. En Sevilla, aunque las calles muden y se renueven, no hay barrio sin hermandad ni hermandad sin barrio.
‘Barrios que reviven’, este martes, en Comando Actualidad.