La paz empieza mañana
- En Portada muestra la desmovilización de las FARC.
- Entre los desafíos, la sustitución del los cultivos ilícitos; evitar que el narcotráfico se haga fuerte en el país e implementar políticas que cohesionen a una sociedad dividida.
¿Se puede superar un conflicto que a lo largo de 52 años ha causado 220.000 muertos; 5 millones de desplazados; más de 40.000 secuestros; 60.000 desaparecidos que yacen en fosas comunes repartidas por todo el país? ¿Se puede poner a cero el contador de la historia?
¿Por qué el gobierno de Juan Manuel Santos ha conseguido lo que intentaron, sin éxito, Presidentes como Julio César Turbay, Belisario Betancur, Virgilio Barco, César Gaviria, Andrés Pastrana o Álvaro Uribe? .
Nadie sabría responder con certeza, pero los analistas y expertos en el conflicto más antiguo de la región latinoamericana, coinciden en que sólo ahora se han dado circunstancias que antes no existieron: discreción en las negociaciones que han durado seis años y de las que sólo se tuvo noticia en el último tercio; una férrea voluntad por parte del gobierno y de las FARC para llegar a un acuerdo y la externalización del diálogo que transcurrió fuera de Colombia y con la mediación de gobiernos extranjeros y de Naciones Unidas.
Quizás habría que añadir algo más: la incorporación de las víctimas a las conversaciones, un colectivo que ha remado en la misma dirección del gobierno, pese a que el precio del proceso de paz pasará, inevitablemente, por la elusión de la cárcel de quienes, en estricta justicia, -responsables insurgentes, paramilitares, miembros del ejército corruptos y algún político de altura-, han hecho méritos para pudrirse entre rejas.
Mataron el tigre y se asustan del cuero
El proceso está en una de las fases más delicadas: la de la desmovilización de las FARC, la guerrilla que en los 90 estuvo a punto de ganar la guerra al Estado; la entrega de las armas y la puesta en marcha del calendario de incorporación de los guerrilleros a la vida civil. El llamado Mecanismo de Monitoreo y Verificación –del que forman parte el gobierno, la guerrilla y Naciones Unidas-, tenía una hoja de ruta para la entrega de las armas que debería finalizar el 1 de junio.
Pero el plazo ha tenido que ampliarse, porque las caletas y contenedores donde las FARC están depositando sus arsenales, todavía no estaban listos. Tampoco se finalizaron en la fecha prevista, las instalaciones donde la guerrilla tiene previsto vivir, al menos provisionalmente. Los insurgentes, que en muchos casos se han reunido con sus familias, han vivido los últimos meses entre plásticos y barro. El equipo de En Portada fue testigo de las condiciones diarias de los guerrilleros del Frente Jacobo Arenas, cuya columna móvil causaba terror en departamentos como Valle y Cauca.
Su indignación era tal que llegaron a amenazar con no entregar el armamento, mientras el gobierno no cumpliera los acuerdos. Naciones Unidas, -cuya misión en Colombia está resultando un éxito-, advirtió que el diablo está en los detalles y que todas las partes deberían cumplir lo pactado, para evitar diferencias y sobre todo, desconfianza. Antonio Ospina, el responsable logístico del Frente Jacobo Arenas, lamentaba que después de haber conseguido lo que parecía más difícil, el Acuerdo de Paz, fuera un asunto de menor rango, la falta de infraestructuras , lo que enturbiara el trabajo de los negociadores. “Mataron el tigre, nos decía, y ahora se asustan del cuero”.
Motivos para la esperanza
Nadie duda de que las FARC son historia. Las dificultades del llamado post conflicto no están en el tejado de la guerrilla. El riesgo de que el narcotráfico se extienda en Colombia es real y terminar con los cultivos ilícitos, una fuente de ingresos para muchos campesinos, implica inversión y desarrollo en un país donde hay tierra para todos, pero está mal repartida. Otro punto, es trabajar para que la delincuencia a gran escala no se instale en el país.
Y lo más importante: convencer a una nación dividida de la bondad de los Acuerdos. Paradójicamente, los departamentos que más han sufrido, son los que apoyan con más entusiasmo la nueva etapa. Los cálculos más conservadores estiman que desde que comenzó el alto el fuego, se han ahorrado más de 2.000 vidas humanas. Una cifra que debería ser suficiente para vencer resistencias.