'Ocho minutos'
- La mayor tragedia ambiental de Brasil ocurrió hace dos años. Murieron 19 personas
- El lodo de una mina arrasó el pueblo de Bento Rodrigues y destrozó el hábitat en decenas de comarcas
- La investigación de En Portada aporta una conclusión: la responsabilidad recae en la empresa minera Samarco
El pueblo de Bento Rodrigues (Minas Gerais, Brasil) está abrazado por colinas boscosas que ocultan en su interior una riqueza mineral que a la postre se convirtió en el origen de su fin. Esa riqueza la gestiona una empresa, Samarco, que durante años acumuló en represas los residuos de su explotación minera. La represa reventó el 5 de noviembre de 2015 y provocó la mayor catástrofe medioambiental de la Historia de Brasil.
Cuando pisas Bento Rodrigues por primera vez es inevitable imaginar cómo fueron esos ocho minutos que tardó la ola de lodo asesino en arrasarlo todo. Había niños en la escuela. Había vecinos en el bar. Otros estaban en las huertas. En las cocinas. En la calle. Echando la siesta.
La ola de residuos tóxicos de una mina de hierro desgarró también la iglesia de san Bento, del siglo XIX, que da nombre al pueblo.
Dos años después, el tiempo se ha detenido. Las fachadas de los edificios están marcadas por líneas de barro indelebles. En el interior de las viviendas es fácil encontrar televisores, sofás o sartenes embarrados.
Y dos años después, los vecinos siguen esperando. Esperando que alguien les devuelva la vida que perdieron. Esperando las indemnizaciones con las que comenzar una nueva vida no deseada. Esperando que alguien les pida perdón.
Pero si Bento hoy está destruido y sus vecinos deambulan por la región no fue por un capricho de la naturaleza o por el azar.
Todas las investigaciones que desarrollamos allí nos llevan a una conclusión: la catástrofe ocurrió porque la empresa Samarco decidió durante muchos años privilegiar el beneficio económico sobre cualquier inversión en seguridad… Siendo sus directivos conscientes de los riesgos que asumían. O mejor dicho, de los riesgos a los que exponían a los vecinos de Bento Rodrigues y de todos los pueblos y comarcas en los más de 600 kilómetros de cauce de río hasta el Atlántico.
¿Y qué dice Samarco de esa responsabilidad? Poco o nada. Durante semanas estuvimos reclamando una entrevista con algún miembro de la dirección de la empresa, desde el presidente hacia abajo. Siempre nos daban largas. Les advertimos de que todos los testimonios de la fiscalía y de la policía federal eran acusatorios y que la audiencia de En Portada se merecía, al menos, alguna respuesta. Fue de esa manera como logramos tener su versión, aunque sin dar la cara. Nos pidieron que les enviáramos un cuestionario por correo electrónico, que respondieron al cabo de unos días. Las preguntas y las respuestas se pueden ver en el documento adjunto.
¿Y la política? Los políticos –casi todos- miran a otro lado y hace tiempo que pasaron página. Quizá influye el hecho de que las empresas mineras son las grandes financiadoras de las campañas electorales brasileñas.
La tragedia de Bento Rodrigues no es solo la tragedia de un pueblo. Es el ejemplo –al menos de momento- de la incapacidad de un Estado de amparar a sus ciudadanos.