En la capital siria, Damasco, casi dos semanas después de la caída de Al Asad, decenas de antiguos miembros del ejército del régimen entregan sus armas en los llamados centros de reconciliación. Es un paso necesario para acogerse a la amnistía que han prometido las nuevas autoridades. El principal requisito es no haber participado ni en torturas ni asesinatos. Es una oportunidad para pasar página. Muchos de ellos se integrarán en el nuevo ejército sirio.
Foto: Un centro de reconciliación en Damasco (EFE/EPA/MOHAMMED AL RIFAI)
Las milicias kurdas de Siria, aliadas de Estados Unidos, son una de las grandes beneficiadas de la caída del régimen de Al Asad; fueron claves en la guerra contra el DAESH y vigilan los campamentos en los que están detenidos muchos milicianos yihadistas. Controlan el 30% del territorio en el noreste del país y para el presidente Erdogan son una amenaza porque apoyan a los kurdos turcos, a los que considera terroristas.
En medio de las tumbas de piedra hay una zona de 20 metros sin inscripciones y sin nombres. En el cementerio de la pequeña localidad de Qutayfah, a 40 km de Damasco, solo unos palos marcan la sepultura de más de 100 de cuerpos. Nadie sabe quiénes son.
Sheigh Abdul, el encargado del cementerio, cuenta a TVE que se trata de una fosa común y que fue él mismo quien los enterró. Asegura que fue obligado a hacerlo por los militares del régimen de Bachar al Asad y dice que algunos de los hombres estaban desnudos y presentaban signos de tortura. "Los hombres de Al Asad trajeron los cuerpos de noche e hicieron un agujero. No querían testigos. Solo estaba yo. Tuve que enterrar a unos 60", recuerda.
La enviada especial a Siria, Laura Alonso, ha entrado en el campo de refugiados de Yarmouk, en Damasco. Allí ha hablado con personas que viven sin luz ni agua, con cargas familiares y que muestran sus casas, completamente calcinadas por dentro. "Ser afortunado en Yarmouk significa tener cuatro paredes, porque la mayoría de edificios solo conservan el esqueleto", nos cuenta Laura. Son muy pocos los que se han decidido a volver a Yarmouk, un campamento palestino azotado por los enfrentamientos entre las milicias y reducido a escombros por la aviación rusa y siria.
"En la España vacía escuché juré a un arriero: "Ojalá te veas como las bombillas, con las tripas ardiendo y el cuello retorcido". Maldecir no está bien, pero algunas maldiciones son expresión artística. Quien solo conociera a Bachar Al Asad por los retratos oficiales, podría confundirlo por el comisionado de Unicef en Siria. Apuntaba maneras pero ahora estamos descubriendo los rincones más lóbregos de su perversidad". Conocemos la 'cara B' de la semana con Juan Carlos Soriano.
Los colegios de primaria y secundaria y las universidades han reanudado este domingo sus clases en todas las provincias, tras haber permanecido cerrados en la última semana. La enviada especial de RNE a la zona, Laura Alonso, ha visitado una facultad. Los estudiantes dicen que están preocupados pero felices, sobre todo porque ya no está el aparato estudiantil, el órgano del régimen que les presionaba y "que no les representaba", dice un estudiante de filología inglesa. "Es un giro de 180 grados. Afortunadamente, supuestamente, ya somos libres para vivir la mejor vida posible" dice otro. El decano, el mismo que estaba al frente de la facultad con el régimen, habla de "nueva etapa" y tacha de "interesadas" las acusaciones al nuevo gobierno de Al Golani: "Siria es para el todo el pueblo".
Siria, a punto de cumplirse una semana del derrocamiento del régimen de Al Assad, sigue en el punto de mira y de acción por parte de Israel, que sigue atacando zonas del país. Visitamos la frontera entre Siria e Israel con la enviada especial de RNE a la zona, Laura Alonso.
En la zona controlada por el comando sur, las fuerzas locales que ayudaron a Al Golani a entrar en Damasco, están ahora preocupadas por las incursiones del ejército israelí. "Ni siquiera nos han dejado disfrutar de este momento (la caída del régimen de Al Asad)", se quejan. Los carros de combate de Israel han entrado en varias localidades de la zona, donde los soldados piden a sus habitantes que se vayan de la zona. "No queremos que nos pase como los palestinos, que se fueron temporalmente y no han podido volver a sus casas", denuncia un vecino.
El paisaje que uno se encuentra cuando recorrer el extrarradio de la capital siria es pura destrucción. Después de 13 años de guerra civil, Damasco ha quedado completamente devastada por los constantes combates y los bombardeos entre las fuerzas de Bachar al Asad y los rebeldes. A su paso solo ha quedado una población sumida en la miseria.
Un equipo del Telediario acompaña a Fadía, madre de cuatro hijos. Vive en una casa muy humilde, casi sin muebles. Llevaba años en una tienda de campaña después de que su primera vivienda fuera destruida en un bombardeo. Es la realidad que viven muchos sirios, que continúan en los campamentos de desplazados debido a que sus casas están totalmente destruidas. Para ellos, el retorno definitivo es, todavía, una opción remota.
Siria vive su primer viernes bajo administración insurgente tras la caída del régimen de Al Asad. En Damasco, los sirios se han echado de manera masiva a la calle, pero con calma y respetando el mensaje de Mohammad Al Golani: nada de tiros al aire y de atemorizar a la gente. El mensaje de la Mezquita de los Omeyas ha sido el de no volver la vista atrás, el del fin del revanchismo. Quieren una Siria para todos los sirios y de la que todos puedan sentirse orgullosos. Después del rezo, concentración en esta Plaza de los Omeyas preguntamos con qué mensaje se quedan de lo que han escuchado hoy, muchos dicen que con el de respeto a las minorías. Informa Laura Alonso, enviada especial a Damasco.
La caída del régimen de Bachar al Asad ha venido acompañada de la aparición de una nueva bandera. Los rebeldes se han encargado, ciudad por ciudad, de sustituirla por la oficial en su ofensiva relámpago. La bandera que han elegido estos grupos es la que se impuso cuando Francia ocupaba Siria, cuyos colores reflejan tres formas de islam. Un símbolo que se ha extendido por todo el mundo. Las embajadas sirias de Madrid, París o Moscú la cambiaron rápidamente sin que haya habido ningún cambio de embajadores.
La puesta en escena del Gobierno en funciones de Siria, liderado por Mohamed al Bashir también refleja qué quieren transmitir a la sociedad siria. Suele mostrarse con esta bandera y también con otra, que incluye la declaración de fe a Mahoma.
En la morgue del hospital de Harasta, a las afueras de Damasco, se han encontrado 40 cuerpos en los frigoríficos, algunos de ellos con signos de tortura, que han sido enviados a la capital para su identificación. En el suelo hay restos de sangre y el hedor es insoportable. Hahmed, un miliciano paramédico, cuenta que este centro médico era solo para militares y prisioneros. Son detalles que aún no se han confirmado y que están en proceso de investigación. Lo que es cierto es que hay más de 100.000 desaparecidos de los que no se sabe nada.
Los jardines de la residencia del derrocado presidente Bachar al Asad, en Damasco, se han abierto este miércoles al público por primera vez. Aunque no totalmente, ya que los ciudadanos se pueden asomar solo unos metros. Se sienten felices por tener acceso a un lugar hasta ahora impenetrable. "Estoy muy contento, llevaba años fuera de mi país, me hirieron en las protestas contra el gobierno", relata a TVE Abdul mientras enseña las cicatrices que le atraviesan el abdomen.
Después de que los insurgentes hayan derrocado al régimen de Al Assad, toca la reconstrucción de Siria tras décadas de brutal represión contra la población civil. Laura Alonso, corresponsal de RNE en Oriente Medio, está en Sednaya, la cárcel siria conocida como "el matadero humano", donde familiares buscan los cadáveres de sus seres queridos detrás de los muros de la prisión. Allí ha podido con Fátima, que tiene hasta 20 familiares desaparecidos, al igual que Wael y Yasser, que también buscan a sus hermanos.
El director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, Rami Abderrahman, ha confirmado que han encontrado "entre 40 y 50 cadáveres" en la prisión siria de Sednaya, al norte de Damasco. Abderrahman ha explicado que la mayoría de los cuerpos "eran de ejecuciones recientes".
Con el control de cada ciudad siria, como es el caso de Damasco y la caída total del régimen de Bachar al Asad, la Defensa Civil de Siria ha abierto las cárceles, donde se encontraban numerosos prisioneros políticos, como han ido denunciando durante años organizaciones de Derechos Humanos.
La cárcel de Sednaya, controlada hasta ahora por el Gobierno de Bachar al Asad, era denominada por Amnistía Internacional como "el matadero". Las instalaciones carcelarias habrían albergado entre 10.000 y 20.000 detenidos, según las estimaciones de Amnistía Internacional. El uso de tortura y fuerza excesiva salió a la luz tras un motín de presos en 2008.
Desde el comienzo de la crisis en Siria en 2011, en el marco de las revueltas populares de la llamada Primavera Árabe, la prisión se había convertido en el destino final tanto de opositores pacíficos a las autoridades como de militares sospechosos de oponerse al régimen. Los datos de Amnistía Internacional apuntan a que 130.000 personas han desaparecido durante la dictadura de Al Asad.