Juanita la Larga, de Juan Valera
Juan Valera avanza hacia su oscuridad cuando abandona Viena y regresa a Madrid. A sus 71 años, ha solicitado la jubilación de la diplomacia, porque se está quedando ciego. En el número 3 de la Cuesta de Santo Domingo, junto al Palacio Real y su sueño de estatuas, con reyes visigodos que cayeron en la bruma del tiempo, Juan Valera vive su propia ensoñación cuando su secretario, Pedro de Gala Montes, le lee libros en español, francés, griego y alemán. A él le dictará la que será su próxima novela: la titulará Morsamor. Mantiene una tertulia nocturna que reúne en su casa a Marcelino Ménendez Pelayo, los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, Emilio Pérez Ferrari, Blanca de los Ríos, Narciso Campillo, el editor Fernando Fe y un joven escritor: Ramón Pérez de Ayala. Hablan del éxito de la publicación por entregas, en El Imparcial, de la última novela de Valera: Juanita la Larga. Su ceguera se mezcla con el humo de los cigarros, y algunas noches él mismo también fuma, con la danza suave de mujeres que han poblado su vida moviéndose ágilmente por las galerías de su memoria, en un baile sin música. Mecido por el lento vaivén de las palabras, Juan Valera recuerda.