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A comienzos de la década de los 60 España ya es destino cotidiano de producciones de Hollywood, sobre todo Almería, convertida en un verdadero plató internacional donde Sergio Leone rueda su trilogía del llamado “Spaghetti western”. Carlo Ponti atraído por los precios y la diversidad paisajística, produce “Dr. Zhivago” en los escenarios de Madrid y Castilla y León con David Lean, que ya había estado en España en 1962 rodando en Andalucía para “Lawrence de Arabia”. Richard Lester rueda “Golfus de Roma” (1965), “Cómo gané la guerra” (1966), “Los tres mosqueteros” (1972) o “Roin y Marian” (1976). Uno de los momentos más representativos de aquél modelo tuvo lugar con el rodaje de “Patton” en 1968, con el apoyo del ejército español, como en anteriores ocasiones. El ciclo acabó prácticamente con el inicio de la crisis del petróleo. España había dejado de ser el país de precios muy bajos con una sociedad muy distinta a la de veinte años atrás y la transición contribuyó a ese profundo cambio.

En 1955 se rueda en exteriores naturales de España la primera película norteamericana: “Alejandro el Magno”, con Richard Burton, propiciado por la firma en 1953 de los pactos con Estados Unidos. La variedad del paisaje, los bajos precios, la presencia de técnicos nativos con cierta experiencia y el modelo económico de autarquía, favorece las producciones. Posteriormente dos rodajes alcanzarán gran repercusión: “Orgullo y Pasión” (Stanley Kramer), y “Espartaco” (Kubrick). Un productor, Samuel Bronston, que busca exteriores para “El Capitán Jones”, crea un sofisticado mecanismo de capitalización: los capitales generados en España por las empresas americanas, se emplearán para producir películas súper-espectaculares destinadas a los mercados internacionales, rodadas totalmente en España. Las autoridades franquistas, dan toda clase de facilidades, incluso en medios y recursos humanos. El régimen aprovecha los rodajes para transmitir una imagen de modernidad, tanto a nivel interno como exterior.