"El tsunami llegó con unas olas gigantes. Iba derribándolo todo como un dominó", asegura Charnpitak, superviviente del tsunami y artista tatuador.
Aquel 26 de diciembre, Charnpitak inmortalizó con su cámara de fotos los momentos más duros tras la tragedia. No se separa de los álbumes que guarda en su local de tatuajes de Pukhet.
Todavía se pregunta qué habrá sido de algunos de sus clientes, los que eran casi familia. No los ha vuelto a ver desde entonces. Algo, confiesa, que no se va de su cabeza.
Hubo en total más de 220.000 muertos. A Tailandia llegó dos horas más tarde, durante la marea alta, llevándose la vida de más de 5.000 personas y 400 personas desaparecieron, incluidos muchos turistas.
El Gobierno se puso manos a la obra después de 2004 creando sistemas de prevención de riesgos. Uno de sus responsables explica que tienen boyas instaladas en el mar conectadas a más de 100 torres de alarma en la costa, formando un sistema de alerta capaz de notificar a los residentes un peligro inminente con cinco minutos de atelación.
También han puesto el foco en rutas de evacuación. Por toda la costa este hay señales que conducen a un lugar seguro y edificios de refugio. Ponerse a salvo en lugares elevados es algo que todos los tailandeses ya han aprendido, igual que alejarse de la costa.
El recuerdo del tsunami está presente incluso para quienes no habían nacido por aquel entonces.
FOTO: EFE/EPA/RUNGROJ YONGRIT