Marc Márquez lleva casi dos años viviendo continuamente a contrarreloj: caída, recuperación, caída y otra vez corriendo para llegar a tiempo al siguiente gran premio. En este enésimo ciclo ya ha pasado del gimnasio al circuito, para probarse en una moto de 600, lejos todavía de las de 1.000 centímetros cúbicos de MotoGP, ultimamente demasiado ingobernables para el octocampeón del mundo, que además ha sufrido problemas de visión doble tras la brutal caída de Indonesia. Márquez tiene la motivación de llegar este fin de semana a correr en el circuito de las Américas, en Texas, su pista talismán junto a Sachsenring.
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