Los altos costes de la electricidad y de los carburantes han encarecido los piensos agrícolas, lo que ha llevado a varios ganaderos aragoneses a sacrificar parte de su ganado para poder mantener el negocio a flote. Silencio, es lo único que se escucha en la granja de María del Carmen Solsona en Ontinar de Saltz, provincia de Zaragoza, desde hace un año.