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La Premio Nobel de la Paz Malala Yousafzai ha viajado entre fuertes medidas de seguridad a Mingora, en el noroeste de Pakistán, en su primera visita a su ciudad natal desde que en 2012 un talibán le disparó en la cabeza por su defensa de la educación femenina. "Ha visitado con sus padres y su hermano su casa, donde permaneció durante un rato", indica a Efe una fuente policial, que pidió no ser citada. Sin embargo, su presencia también ha despertado duras críticas y protestas.

El crimen de la pequeña Zainab, de 7 años, que ha indignado a Pakistán, parece resuelto. El hombre que se la llevó de la mano hace dos semanas, la violó, la asesinó y después arrojó su cuerpo en un basurero de Punjab ha sido detenido: es Imran Ali, 24 años. Según las autoridades pakistaníes lo describen como "una auténtica bestia; un monstruo; un asesino en serie" que ha confesado al menos otros seis crímenes similares. El ADN lo ha confirmado. Para la madre y el padre de Zainab no hay consuelo posible aunque el asesinato de su hija ha conseguido echar a las calles a miles de personas en Pakistán exigiendo justicia y cambios en un país donde hasta 2015 los abusos a menores y la pornografía infantil no eran delitos.

Seguimos en el Mediterráneo a pocas millas de esa costa libia desde la que se lanzan a una muerte casi segura. Nuestra compañera Sara Alonso nos trae las historias de aquellos que se han salvado en las últimas horas gracias al buque Open Arms de la Fundación Proactiva. También nos ocupamos de Siria, una de esas guerras que han forzado al éxodo masivo de un pueblo que no quieren morir, y de la década que ha pasado desde que la ex primera ministra pakistaní, Benazir Bhutto fue asesinada. Y celebramos junto a Aurea Moltó, subdirectora de la revista Política Exterior, sus 30 años en los kioscos.

Diecisiete muertos, por ahora, es el balance de víctimas después de que la joven paquistaní Asiya Bibi intentara envenenar al marido que le impusieron. Por recomendación de su amante, según explica la joven ante la justicia de su país, puso veneno en la leche del odiado esposo. Este rehusó beberla y la suegra de la joven la utilizó posteriormente para elaborar un yogur casero que sí bebió el resto de la familia política de Asiya, ocasionando la muerte hasta a 17 familiares de su marido. Ahora se enfrenta a los tribunales por asesinato.