Cuando entro en el camión de producción estoy temblando. Fuera está cayendo una helada de narices. Son las once de la noche y esto es Valladolid. En el Nuevo Zorrilla la Selección española juega un amistoso contra Costa de Marfil (3 a 2 para España, al final). El camión en el que estoy tiene dentro una espaciosa sala de estar, con un bar con cafés y bocatas, un tresillo y la tele; también hay un pequeño despacho y un cuarto de baño.
Miro el partido mientras dejo que el café haga su efecto. Más de cincuenta personas trabajan para que en este momento el encuentro llegue a las pantallas de cinco millones y medio de espectadores. Compañeros de producción, enlaces, técnicos, sonido, cámaras, realización, comentaristas... "Aquí todo el mundo es importante", me dice antes de la retransmisión Enrique Garrán, el realizador, "si no funciona el equipo, esto no sale".
La tele daba sus primeros pasos y las retransmisiones le ponían un poco de vidilla a una programación que se hacía toda en directo y siempre desde el único estudio en el Paseo de la Habana, de Madrid. La unidad móvil, de la marca británica PYE, tenía tres cámaras y se trasladaba con frecuencia a los teatros, las plazas de toros, los campos de fútbol y, una vez al año, al Paseo de la Castellana para el desfile de la "Victoria". Miguel Ors, reportero, periodista, y comentarista deportivo, me cuenta que en esos años, finales de los cincuenta y principios de los sesenta, había que encomendarse a todos los santos para que no se apagaran una a una todas las cámaras y poder terminar con éxito la emisión del partido.
Hoy día, las retransmisiones se hacen con tecnología digital, aunque eso no nos libre de imprevistos y sobresaltos. Para este partido se han colocado 11 cámaras en el terreno de juego y, a demás de la unidad móvil y del camión de producción, hay otros tres camiones de apoyo y un súper generador de energía por si las moscas.
Dentro de la unidad móvil se respira tanta tensión como en el campo. Dispone de poco espacio y ahora está atestada. Enrique, el realizador, canta las órdenes sin dejar de masticar chicle. El mezclador, Santiago Calvo, pincha la señal que sale al aire con manos de pianista (en su teclado hay tantas lucecitas que yo me lo pensaría muy mucho antes de poner la mano encima). Hay cuatro personas que se encargan de las repeticiones, tres en el control de cámaras, dos en la mesa de sonido, además del ayudante de realización y algún otro que me dejo en el tintero.
Todos miran hacia una pared en la que cuento, al menos, 30 monitores. Es como observar el campo a través del ojo de una mosca: el terreno de juego se ve descompuesto en multitud de pequeños fragmentos. Así, desde fuera, apabulla un poco. Santiago me dice que sólo hay que saber adónde dirigir la mirada. Eso me tranquiliza. Me cuenta también que esta es una retransmisión de tipo medio, en la Champions ponen el doble, o sea, 22 cámaras, dos unidades móviles en paralelo. En realidad todo responde a un orden interno que siempre es el mismo, aunque cambien el realizador, el mezclador o los cámaras, siempre se sigue la misma rutina, una forma de organizar el trabajo a la que se ha llegado después de miles de retransmisiones como ésta.
En la cabina de comentaristas, tiritan de frío Julio Salinas y José Ángel de la Casa. Yo esperaba encontrar sillones mullidos y una mesa con los micrófonos y los monitores. Pero en realidad este es un lugar inhóspito, con un par de taburetes y una mesilla en la que apenas se pueden tomar notas. José Ángel de la Casa no se acuerda ya de todos los partidos que nos ha contado en estos 30 años que está a punto de cumplir como comentarista. Sólo lleva la cuenta de los de la Selección española; éste hace el número 229. Siempre me ha sorprendido su capacidad para reconocer a los jugadores sobre el césped (yo los confundo a todos). Me dice que se fija en los detalles, en la forma de correr de uno, en su aspecto físico o si es diestro o zurdo. Y que los años y la experiencia lo hacen todo más fácil. Aún así, también se lo curra: para este partido contra Costa de Marfil se ha visto los últimos encuentros de esta selección en la Copa de África (perdieron la final en la tanda de penaltis).
Apuro el último trago del café, que ya está frío, me doy unas palmaditas en los muslos y hago un esfuerzo de voluntad para dejar el camión y volver al campo, la segunda parte ya ha comenzado y todavía nos queda trabajo por delante. Echo una última mirada al televisor y pienso en lo bien que se ve el fútbol desde el sillón de casa. Abro la puerta de la Unidad móvil. Tres grados bajo cero y el termómetro sigue bajando.
carlos.ruscalleda@rtve.es
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