Tienes que tener más de cuarenta. Pero si los tienes, como yo misma, a ver si no recuerdas aquel: "Desde Nueva York, para TVE, Jesús Hermida ", acompañado de un suave cabeceo y caída de flequillo.

       O el acento tan "british" con el que contaba sus historias José Antonio Plaza, desde Londres... O al señor tan serio, Federico Volpini, de aspecto diplomático que informaba desde Bruselas... Por supuesto tengo fresca en la memoria la voz cantarina de Paloma Gómez Borrero, a la sombra de la cúpula de San Pedro... y la imagen de Diego Carcedo y Manuel Piedrahita y Pedro Wender y Pedro Erquicia y... tantos y tantos y tantos...

Nadie me sabe dar una cifra concreta de cuantos corresponsales ha tenido TVE en sus cincuenta años de historia. Llamo al Departamento de Personal, a Documentación... nada. Solo han conseguido decirme que han sido muchos, difíciles de contar por su movilidad entre corresponsalías y por las diferentes vinculaciones laborales que han tenido con la empresa. En fin, que no, que el dato no existe.

Pero constato que muchos corresponsales han hecho de la corresponsalía algo así como una especialización de su profesión de periodistas. Ahí están, por ejemplo, Agustín Remesal , Valentín Díaz, Ángel Gómez Fuentes o Rosa María Calaf, expertos en saltar de oficina en oficina desde hace decenas de años, estén en Europa, América o Asia. Yo creo que ni ellos, ni nadie, se los imagina sentados en la redacción central. Ya lo dice Calaf:

-Crea auténtica adicción. El no saber lo que te espera mañana, conocer a gente nueva cada día, enfrentarte a situaciones distintas, es una manera de vivir. En mi caso, mi medio de vida, es mi vida.

Así de apasionada habla de su profesión Rosa. Es la más veterana de los corresponsales de la tele (lleva veintitrés años) y ahí sigue. Últimamente, desde su sede en Hong Kong, viaja de catástrofe en catástrofe, de tsunami a terremoto, pero cuando le pido que me cuente alguno de sus recuerdos amables elige dos:

-Ser corresponsal en Moscú hizo que un funcionario del KGB me cediera su habitación en un hotel al completo y en otra ocasión, en Nueva York, tuve el momento frívolo y gratísimo de compartir una pizza con Frank Sinatra.

Están claras las compensaciones, ¿o no?. Lo de vivir la historia en directo y en primera fila es el gran privilegio del corresponsal.

-Para mí es un gran regalo que procuro disfrutar cada minuto, porque se puede acabar mañana, -me cuenta Rosa María Molló , consciente de los vuelcos que da la vida (tambien la profesional).

Ella, Molló, pequeñita, super-rubia, de sonrisa comunicativa y contagiosa, ha convertido su imagen de corresponsal en Nueva York en una especie de icono neoyorquino. Vemos cómo le hacen fotos los turistas españoles en la Quinta Avenida. La besan, la achuchan, posan junto a ella como junto a la Estatua de la Libertad... Y es que se ha metido tantas veces en nuestra casa, para contarnos las cosas de tú a tú, que ya es como de la familia. Es la magia de la corresponsalía... tan lejos... tan cerca... tan amigos.

marga.gallego@rtve.es