Aunque la enseñanza de la historia ha pasado de puntillas sobre la cuestión –cuando no la ha ignorado por completo–, la realidad es que la española fue una sociedad con esclavos. Nuestro país participó en la trata de seres humanos, en distintos grados, desde el descubrimiento de América hasta finales del siglo XIX.
Se estima que unos dos millones de personas fueron esclavizadas a lo largo de cuatro siglos para trabajar a la fuerza en minas, haciendas y ciudades españolas de ultramar; también en la península, donde la población esclava era tan visible que a la Sevilla del siglo XVII la apodaban el tablero de ajedrez. El arte y la literatura del Siglo de Oro reflejan sin tapujos esa realidad en obras de Velázquez, Lope de Vega o Cervantes.
En virtud del Tratado de Tordesillas, Portugal –con acceso exclusivo a la costa occidental africana– fue la primera emisora de esclavos subsaharianos, aunque pronto se incorporaron a tan lucrativo comercio otras potencias como Inglaterra, Francia y Holanda. España fue durante largo tiempo clienta de sus compañías negreras, primero mediante licencias otorgadas por la corona; después bajo la fórmula monopolística del asiento. La Real Compañía Francesa de Guinea o la británica South Sea Company abastecieron los mercados negreros españoles durante buena parte del siglo XVIII. Cuando Carlos III liberalizó la trata, los particulares pudieron empezar a fletar barcos para tomar parte en este comercio entre los puertos de Europa, África y América.
Pasada la insólita Revolución de Haití, en la que los esclavos de la colonia francesa de Saint-Domingue consiguen la independencia, comienza el ocaso del inhumano negocio. Inglaterra lidera iniciativas abolicionistas y en 1817 compromete a España a ilegalizar el tráfico de esclavos con la firma de un tratado que se incumplirá sistemáticamente: un buen número de empresarios españoles han descubierto lo jugoso de la actividad. La Sociedad Abolicionista Española, integrada entre otros intelectuales por Julio Vizcarrondo y Emilio Castelar, trabajó por crear una conciencia humanitaria que condujera al final definitivo de la esclavitud. España se convierte en el último país europeo en acabar con ella cuando se abole en Cuba en 1886.
El documental de Álvaro Soto, La esclavitud en España, una realidad olvidada, hace un recorrido por la historia de la trata, desde los orígenes hasta su abolición definitiva. Participan en el programa José Antonio Piqueras, catedrático de Historia Contemporánea de la Universitat Jaume I de Castellón; Aurelia Martín Casares, catedrática de Antropología Social de la Universidad de Granada; Consuelo Naranjo Orovio, profesora de investigación del Instituto de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas; Martín Rodrigo y Alharilla, profesor de Historia Contemporánea de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; y Reyes Fernández Durán, doctora en Economía.