No ocurrió en el desértico Far West estadounidense. Ni en el valle del río Yukón, ni en el Transvaal sudafricano. El descubrimiento de oro en la Sierra de Cabo de Gata a finales del siglo XIX encendió ilusiones y anhelos en el “lejano sureste” de la Península Ibérica. Durante décadas el paraje de Rodalquilar, en el municipio almeriense de Níjar, concentró los esfuerzos de visionarios y emprendedores particulares, aunque no fue hasta la nacionalización de las explotaciones auríferas durante el franquismo cuando la actividad vivió su máximo esplendor. La enorme inyección de dinero público en esa etapa no sirvió, sin embargo, para alcanzar los niveles de producción previstos, de modo que el coto de Rodalquilar se vio abocado al cierre a mediados de los años sesenta.
Sobre las ruinas y vestigios de toda aquella actividad flota el recuerdo de pioneros como Juan López Soler, que apostó por la extracción del oro descubierto en 1883 en la mina Las Niñas. Después llegarían fuertes inversiones de capital español y extranjero a través de la empresa Minas de Rodalquilar S. A., que construyó una moderna instalación para separar el metal amarillo mediante un proceso de cianuración, la conocida como planta Dorr.
Tras la Guerra Civil, el gobierno de Franco incauta las minas y toma las riendas de todo el proceso –desde la extracción hasta la fundición de lingotes– a través de la Empresa Nacional Adaro. Confiados en el potencial del subsuelo, máxime tras el descubrimiento de una zona de mayor riqueza en el cercano Cerro del Cinto, se decide construir la colosal planta Denver, cuyo esqueleto de hormigón todavía es bien visible a las afueras de Rodalquilar. Una localidad nacida al calor del oro que, superado el trauma del cierre minero, ha conseguido sobrevivir gracias al turismo y las bondades de su microclima y paisaje, hoy integrado en el Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar.
El documental de Álvaro Soto, Minas de Rodalquilar: la fiebre del oro en España, recoge sobre el terreno los ecos de una actividad que fue tan intensa como rápidamente olvidada. En compañía del geógrafo Rodolfo Caparrós se visitan las antiguas minas e instalaciones de procesamiento de mineral en el pueblo y sus alrededores. Con la ayuda de antiguos trabajadores y vecinos se evocan los momentos de bonanza; las inéditas políticas sociales desplegadas por el régimen franquista para la plantilla y sus familias; el día a día en el tajo y el drama de la silicosis, que acabó con la vida de muchos picadores antes de la guerra. Participan también en el programa el doctor en Ingeniería Geológica, Francisco Hernández Ortiz, el catedrático de Historia Económica de la Universidad de Almería, Andrés Sánchez Picón, y la directora del Archivo Histórico Provincial de Almería, María Luisa Andrés Uroz.