La primera rebelión es por el aspecto. Las mujeres están obligadas a llevar velo -una pena de advertencia, pero también de diez días a dos meses de cárcel: hasta 1997 eran 74 latigazos- y muchas utilizan el chador, una túnica negra que les cubre de los pies a la cabeza. Sin embargo, en los últimos años hay un explícito desafío a la marca del sexo y miles de mujeres, especialmente las más jóvenes, dejan ver sus cabellos, se pintan los labios de rojo carmín, o utilizan ropas ajustadas.
Estos desafíos han llegado a castigarse con dureza. Una treintena de feministas han sido detenidas y condenadas desde 2019. El año pasado, tres de ellas repartieron flores en el metro de Teherán con la cabeza descubierta. Las tres fueron detenidas en régimen de aislamiento y luego condenadas a entre 16 y 23 años de cárcel por “alentar la corrupción y la prostitución”, “difundir propaganda contra el Estado” y “asociación y colusión contra la seguridad nacional”.
El 62% de los tres millones de estudiantes universitarios que hay en Irán son mujeres. Sin embargo no pueden estudiar lo que quieren. Las mujeres tiene vetadas las carreras de Física, Arqueología y Negocios. Tampoco pueden presentarse a las elecciones presidenciales. Ni andar en moto. Ni viajar sin permiso de un hombre, sea esposo, hermano o padre. La vida de la mujer, por ley, vale la mitad que la de un hombre en caso de accidente o muerte.