Francisco Gómez Gómez-Jiménez, guardia civil almeriense de 28 años, casado y padre de dos hijos, llevaba tres años en el Cuerpo cuando ETA lo asesinó la madrugada del 13 de enero de 1979.
Tras un primer intento de atentado fallido el 2 de enero, ETA finalmente lo consiguió diez días después colocando una bomba en la ruta que Francisco solía realizar entre Azpeitia y Azkoitia. Poco después de las 3.00 horas, uno de los dos vehículos de la Benemérita que se encontraban patrullando era alcanzado por la explosión del artefacto, provocando la muerte de Francisco e hiriendo gravemente a Juan Muñiz Sánchez, que tardó más de un año en recuperarse.
En las horas posteriores al atentado, los agentes encargados de las pesquisas policiales encontraron un paquete sospechoso cerca del lugar de los hechos. El explosivo no pudo ser desactivado y al estallar mató al también guardia civil Miguel García Poyo e hirió de gravedad a Francisco Mota Calvo que, pese a ser trasladado a la residencia de Aránzazu, en San Sebastián, falleció a causa de las heridas.
En 1995 Mercedes Galdós Arsuaga y Félix Ramón Gil Ostoaga fueron condenados por la muerte de los tres agentes de la Guardia Civil a tres penas de 29 años de reclusión mayor y a 22 años por el asesinato frustrado de Juan Muñiz Sánchez. La sentencia incluía el pago conjunto y solidario de tres indemnizaciones económicas a los herederos de las víctimas mortales y otra a Juan Muñiz.
Véase también Miguel García Poyo y Francisco Mota Calvo.