Carlos Díaz Arcocha, de 52 años, estaba casado y tenía cinco hijos. Fue teniente coronel del Ejército y superintendente de la Ertzaintza. Estuvo destinado en el Sáhara como capitán de la Legión, en la Brigada Paracaidista y las unidades de Montaña de Jaca. Fue a San Sebastián como miembro del Servicio de Inteligencia del CESID, donde estuvo durante tres años antes de incorporarse al Regimiento Sicilia con base en los acuartelamientos de Loyola de la capital guipuzcoana. Fue amenazado por ETA cuando estuvo destinado en San Sebastián.
El 7 de marzo de 1985, Carlos llegó al bar de la gasolinera de Elorriaga (Vitoria), cerca de la Academia de la Policía Vasca de Arkaute, donde trabajaba. Era amigo de los propietarios del bar y normalmente iba a tomarse un café para saludarles. Estacionó el coche oficial, un Ford Escort sin distintivos, fuera del bar. Entró, se situó en la barra e inició una conversación con los dueños. En menos de diez minutos, varios miembros de ETA colocaron debajo del coche una bomba-lapa con un sedal conectado a la rueda para que se activara cuando el coche comenzara a moverse.
Antes de las 10:00 horas, Carlos salió del bar y puso el coche en marcha. La bomba explotó levantando el vehículo y resultó mortalmente herido. Varios ertzainas que se encontraban cerca, llevaron a su jefe al hospital de Santiago Apóstol, donde falleció.
Poco después del crimen, una mujer llamó a casa de la madre del teniente coronel, en Bilbao, y le preguntó: “¿Tienes un hijo soldado en Vitoria?”. La madre quiso aclarar que soldado no, pero sí militar y la comunicante anónima le replicó: “Pues acabamos de matarlo”. ETA justificó en un comunicado su asesinato por ser un mando de las Fuerzas Armadas.
El crimen de Carlos no ha sido resuelto judicialmente y tampoco se ha conseguido esclarecer quiénes fueron los asesinos.