La antorcha olímpica entra en territorio chino perseguida por el fantasma de la censura
- La llama llega a Hong Kong procedente de Vietnam
- La ex colonia británica deniega la entrada a varios activistas pro derechos humanos
- Mientras tanto, Pekín festeja que quedan cien días para que den comienzo los Juegos
En su camino hacia Pekín, la antorcha olímpica ha llegado a Hong Kong, justo cuando quedan cien días para que comiencen los Juegos Olímpicos.
En el país asiático ultiman detalles antes de acoger la gran cita deportiva. Tanto China como el Comité Olímpico Internacional trabajan duro para que salga bien hasta el último detalle. El trabajo principal ya está hecho. Las infraestructuras que albergarán las competiciones y la Villa Olímpica están finalizadas.
China quiere enseñar al mundo que es un país moderno y tolerante. Pero en su andadura, el país asiático se ha encontrado con una piedra en el zapato más o menos esperada: la política, en forma de reivindicación de derechos humanos.
Las protestas han acompañado a la antorcha olímpica en su vuelta al mundo. Las reivindicaciones políticas han provocado un recorrido tan atípico como tenso, que por sortear las protestas que salían a su paso ha rozado en ocasiones el absurdo.
Las manifestaciones de mediados de marzo en Tíbet y su violenta represión fue el detonante de las críticas. Al menos, en esta recta final, hay sobre la mesa una oferta de diálogo con el Dalai Lama, el líder tibetano en el exilio.
Hong Kong es la puerta de entrada al territorio chino y también la última frontera tras la cual las protestas quedarán ahogadas bajo un régimen que sabe ejercer como muy pocos la censura. Por eso, a cien días para que den comienzo los Juegos Olímpicos, han vuelto a saltar las alarmas, ya que la ex colonia británica ha denegado el acceso al territorio de varios activistas pro derechos humanos sin darles ninguna razón.
Las autoridades de Hong Kong han ofrecido versiones contradictorias al respecto. Mientras que el secretario hongkonés de Seguridad, Ambrose Lee, advirtió que no permitiría la entrada de separatistas tibetanos; la secretaria permanente de Interior de Hong Kong, Carrie Yau, ha negado que las autoridades de inmigración tengan una lista negra de activistas a los que impedir la entrada al territorio.
Mientras tanto, a más de 2000 kilómetros de distancia, Pekín ha festejado por todo lo alto la fecha simbólica de los cien días. El Gobierno chino sigue empeñado en ofrecer apariencia de normalidad, pero por encima de lo deportivo la comunidad internacional vigila con escepticismo los movimientos políticos de un régimen que ha demostrado en muchas ocasiones su desprecio hacia los derechos humanos.