Iñaki Ochoa: "El Annapurna está llamándome con sus cantos de sirena y yo soy un hombre débil"
- El montañero reconoció en su blog que "el Annapurna no era de sus montañas favoritas"
- "A veces me gustaría ser feliz sólo observando la montaña y no escalándola"
"No es de mis montañas favoritas, eso debo reconocerlo. Es peligrosa en exceso debido a las avalanchas en la cara norte y demasiado difícil, técnicamente hablando, en la cara sur". Con estas palabras describió en su blog Iñaki Ochoa el último reto en el que se embarcó: la ascensión del Annapurna, la decimo tercera montaña de más de 8.000 metros que ascendía.
El montañero navarro, fallecido en la pared sur del Annapurna tras pasar tres noches enfermo, colgó en su página web la ruta que quería seguir en su ascensión a la "Diosa de la Abundancia", tal y como se conoce al Annapurna. Además, comentó los sentimientos que despertaba en él esta nueva aventura, salpicada siempre por el recuerdo de su amigo Anatoli Boukrevv, a quien perdió en esta misma montaña.
"He visto que el Annapurna está llamándome con sus cantos de sirena. Y yo, que soy un hombre débil, no he podido más que sucumbir a él", con estas proféticas palabras se expresaba el montañero español, quien acababa de superar un difícil año después de que la ascensión Dhaulagiri le provocara serias secuelas físicas.
En la última ocasión en la que Ochoa escribió un post en su blog -que tituló Mi lucha-, a pocos días de intentar el asalto a la cumbre del Annapurna, el navarro escribió: "Alguien definió con acierto al Annapurna como la personificación geológica de la angustia. Yo añadiría sin dudarlo el desamparo y la amarga sensación de ser el último habitante de este planeta".
La expecidión en la que estaba encuadrado Ochoa eligió por razones de seguridad hacer cumbre ascendiendo por la cara sur del Annapurna. "Hemos pensado que es mejor ascender una pared vertical de varios miles de metros que pasar miedo entre glaciares y avalanchas", comentó Ochoa.
El alpinista reconoció en sus escritos que si él estaba allí, en una montaña en la que no se sentía cómodo, era, en parte, por vanidad. "Esa cima que centellea con rabia sólo mide con exactitud nuestra propia vanidad, nuestra impermanencia irremediable. A veces me gustaría ser libre de mis propios deseos, como un budista cualquiera, y ser feliz sólo contemplando la belleza de lo que me rodea, sin necesidad de escalarla. Pero esta una montaña fantástica, y yo un hambre débil, y el deseo ha crecido tanto que ya es difícilmente controlable sin amenazas".
Fueron varios los días que el montañero español tuvo que esperar en el campo base hasta que las condiciones meteorológicas le permitieron la ascensión. Durante aquellas jornada vio cómo alpinistas japoneses regresaron sin hacer cumbre, y se mostró francamente impresionado por lo cambiados que regresaban tras su lucha con la montaña. "Doce días han transcurrido desde su salida del campo base y su regreso, y cada uno de ellos parece una persona diferente, consumidos hasta el alma. Se van ya para casa, tristes, pero en sus ojos puedo adivinar un brillo que los míos todavía no tienen, pero espero que pronto posean. Será sólo después de la lucha", escribió el día 15 de mayo en, pocas horas antes de iniciar su ascenso.