Grecia arrasa y ya tiene plaza en Pekín
- El baloncesto es la gran oportunidad de los griegos en Pekín
- Los de Puerto Rico se la juegan contra los germanos
- Sólo queda una plaza para la gloria
Theodoros Papalukas impartió una lección magistral de baloncesto ante Puerto Rico para llevar a Grecia al triunfo en las semifinales del Torneo Preolímpico de Atenas, que todavía reserva una oportunidad más para la selección isleña y para Alemania, rivales en el choque por el único visado olímpico que queda disponible en la capital de La Acrópolis.
Los boricuas afrontaron el choque con el convencimiento de ganar, sin fuegos artificiales, sin reparar en la dificultad de la empresa que abordaban: tumbar a los subcampeones del mundo a domicilio y con un pasaporte olímpico en juego. El equipo puertorriqueño cree en él, en sus jugadores y en sus técnicos, es un grupo bien avenido que nunca ha perdido la ambición y presentó batalla hasta que el cronómetro agotó la velada.
La altura de la misión habría congelado la sangre en las venas a más de uno. A Puerto Rico, desde luego, no. Puerto Rico la tenía en ebullición más allá de la entidad del rival y del tremendo aliento que, desde las gradas de un pabellón repleto de enfervorizados seguidores, le llegaba al titular del terreno.
Todas las ilusiones puestas en el baloncesto
El baloncesto es la gran baza griega en los Juegos y, además, uno de los deportes que más pasiones despierta en este bellísimo rincón del Mediterráneo.
Para la selección helena y para los helenos, se trataba de una fecha marcada en rojo en el calendario desde hace mucho tiempo, una especie de rito colectivo bajo el manto protector de los Dioses mitológicos del Olimpo. La influencia divina y el baloncesto mesiánico de Papalukas necesitaron confluir para, de momento, posponer durante veinticuatro horas las aspiraciones puertorriqueñas.
Grecia abordó la noche como una locomotora, incluso con una intensa presión defensiva en toda la cancha sobre los americanos, que pese a partir con un desalentador 4-15 al que Grecia dio forma en una demostración de poderío (cuatro puntos por cabeza para tres de los titulares y tres más por parte de un cuarto integrante del quinteto inicial), no perdieron la cara al partido.
Vadearon el espinoso primer cuarto libres de daños estructurales (11-19) y dejaron claro que aceptaban el desafío de muy buen grado (23-29 m.15). Las bondades de la línea exterior y la infatigable pelea de los pivots dentro de la pintura les abrieron las puertas del contragolpe y la velocidad, el hábitat en el que mejor se desenvuelven.
El talento se impone a la fuerza
Pero hay cosas y situaciones contra las que poco se puede hacer. Una de estas cosas es el talento y, si hay un jugador que dispone de genio, sobre todo para hacer mejores a los que tiene alrededor -que es la mejor virtud posible-, ese es Theo Papalukas, un jugador delicioso, divertido, espectacular y carismático. Un faro en el mar. Un oasis en el desierto.
Papalukas acudió a dar la cara como siempre. Desgranó unos fantásticos minutos del baloncesto que lleva dentro y los cinco previos al intermedio fueron un infierno para la selección boricua. El nuevo base del Olympiacos no paró de repartir asistencias, de deleitar con detalles exquisitos y de imprimir contundencia a Grecia.
Los americanos soportaron el chaparrón como pudieron, pero también sufrieron la adversidad de perder a Carlos Arroyo, quien ya arrastraba problemas en los gemelos. El base de los Magic de Orlando se retiró cojeando en el intermedio y ya no regresó al encuentro. José Juan Barea, otro hombre con sello NBA (Dallas Mavericks) ocupó su puesto.
La bocina dio un respiro a Puerto Rico, que cedió trece puntos de margen (35-48). La sombra del enfrentamiento contra Alemania por el último visado para China en el acto final de este Preolímpico (domingo; 19.30 hora local) cobraba cuerpo en el subconsciente del conjunto caribeño.
Sin Arroyo, ante Grecia, por debajo en el tanteador y Peter John Ramos acosado por las personales -cometió la cuarta en el minuto veinticinco-. Estos eran los ingredientes del cóctel que debían manejar los antillanos.
Barea, no obstante, estaba demostrando la calidad que tiene con hechos, como perfecto representante del orgullo y la ambición puertorriqueñas, plasmadas en el impredecible 49-58 que imperaba a tres minutos para el final del tercer corte. Grecia buscaba el golpe de gracia y Puerto Rico el resurgimiento.
Papalukas el 'jefe'
Se pedía un brazo ejecutor en la noche de Papalukas y éste no rehuyó el desafío. El artista, ganador de la última Euroliga con el CSKA, agarró de nuevo el timón y completó la magnífica actuación que los 16.000 espectadores congregados en las gradas del OAKA disfrutaron con deleite.
Grecia disparó la renta (50-68) con Papalukas como timonel y, en medio de un partido que se tornó bronco por la tensión nerviosa y registró varias fricciones entre los jugadores de ambos bandos durante el epílogo, puso rumbo a Pekín, donde también estará Croacia, verdugo de Alemania en la primera semifinal (76-70).
Ahora, puertorriqueños y germanos deben librar el asalto definitivo por la última vacante olímpica. Todo o nada en cuarenta minutos.