La inauguración, en el Pekín oficial y en el más tradicional
A sus 14 años recién cumplidos, Wang Hua Wei, como toda su familia, ha pasado buena parte de la tarde esperando. Primero en un autobús, en el que se han desplazado desde el pueblo en el que viven, en la región de Shanpong, hasta Pekín. Y luego a que comenzara el espectáculo de la inauguración de los Juegos Olímpicos en la plaza de Tiananmen. Él, como decenas de miles de personas, ha elegido la mítica plaza de la capital china para ver el momento más anhelado por parte de la sociedad china: el arranque de los Juegos Olímpicos de 2008.
Más de 100.000 personas lo han podido ver en directo en el Estadio Nacional de China. El resto de los 15 millones de habitantes de Pekín lo ha vivido en sus casas, o congregados en bares y pantallas gigantes de televisión.
Con el tráfico del anillo olímpico y las principales arterias de la capital cortado desde primeras horas de la tarde, y los comercios cerrados a cal y canto, miles de pequineses han querido seguir el final de la cuenta atrás para el comienzo de los Juegos desde el gigantesco reloj colocado en la puerta del Museo Nacional de China, en uno de los laterales de la Plaza de Tiananmen, que desde septiembre de 2004 marca el tiempo que falta para el comienzo de las competiciones.
Coreando vítores de "Vamos China, Vamos Pekín", la multitud era de tal magnitud que minutos antes de las ocho de la tarde, la hora inicial de comienzo de la ceremonia inaugural, la policía ha tenido que abrir parte de la Plaza, para evitar avalanchas humanas.
Más tranquilo se ha vivido el inicio de los Juegos en los barrios tradicionales chinos, conocidos como Hutongs, las zonas más humildes y antiguas de la capital, donde millones de personas han sacado el televisor a la calle, o abierto las puertas de sus casas para poder ver la ceremonia "entre amigos".
En el hutong de Nan Luo Gu Xiang, uno de los pocos que aún quedan en el centro de la ciudad, las reuniones se han organizado fundamentalmente en los pequeños bares y restaurantes de la zona. Bajo el calor sofocante del agosto chino, pintados con banderas chinas y armados con banderitas, decenas de personas abarrotaban cada uno de los locales para dar ánimo, fundamentalmente a los representantes de su país, aunque también ha habido reuniones "temáticas" por países.
En las casas, el ambiente era muy similar. En la de la familia Yang, por ejemplo, todos se han reunido frente al televisor para no perderse detalle de la ceremonia, incluso la abuela, ya enferma, que para decorar la casa para la ocasión ha bordado con punto de cruz las mascotas olímpicas y el logo de Pekín 2008, que lucían con todo su colorido junto a las fotos en blanco y negro que adornaban las paredes.
Para el final de fiesta, vuelta a la plaza de Tiananmen, donde de nuevo miles de personas han aprovechado para ver la traca final de fuegos artificiales, con la que se han dado por concluidos los Juegos. Un magnífico espectáculo de luz y color al que no ha querido faltar nadie en Pekín. Como en las grandes ocasiones.