La lluvia retrasa el dobles de Robredo y Nadal

• Queda suspendida toda la jornada
• En China confían en que la lluvia reduzca la contaminación

Los voluntarios intentan secar la pista con toallas.

La lluvia respetó la ceremonia unaugural, pero el adulterado cielo pekinés no ha aguantado más y esta mañana la capital china ha amanecido pasada por agua.

El centro Olímpico de Tenis ha sido el que más ha sufrido las inclemencias del tiempo, la primera jornada ha sido suspendida tras continuos retrasos, aplazando el debut de Robredo y Nadal.

La competición, de individuales masculino y femenino y dobles, después de haber sido retrasada varias veces, finalmente comenzó tres horas después de lo previsto. Sin embargo, varios aguaceros han impedido seguir disputando los torneos.

Varios voluntarios, "armados" con toallas se esforzaban por secar al cancha para poder empezar cuanto antes la actividad. A pesar de los esfuerzos apenas ha dado tiempo a completar el turno inicial de la sesión de apertura. Sólo se han podido finalizar ocho partidos, cinco del cuadro masculino y tres del femenino.

El choque de Carla Suárez Navarro ante la china Shuai Peng ha tenido que ser detenido cuando la española ganaba por 5-4. Tommy Robredo hizo acto de presencia en la pista 4, pero su partido contra el italiano Andreas Seppi no ha llegado a comenzar.

Al menos se reduce la contaminación

Aunque el clima, húmedo y muy calido, es uno de los mayores inconvenientes que podría entorpecer el desarrollo de los Juegos, las lluvias también tienen su lado positivo. Este "aclarado" al que se ha visto sometido el cielo aviva las esperanzas de conseguir "limpiar" la atmósfera de Pekín.

Entre tanto, las autoridades chinas sostienen que el yoduro de plata que "bombardearon" las nubes para que la lluvia no arruinara la ceremonia inaugural, no suponen ningún perjuicio para el aire.

Tal vez el agua contribuya de forma natural a conseguir lo que a los chinos les cuesta un dineral. El Gobierno ha invertido millones de dólares en un plan de limpieza del aire que implicó retirar de las calles a más de la mitad de los 3,3 millones de coches de la ciudad y cerrar docenas de fábricas alrededor de Pekín