El argentino David Nalbaldián, finalista
- Se ha impuesto en semifinales al ruso Nikolay Davydenko por 6-1, 5-7 y 6-4
- El tenista suramericano disputará su segunda final consecutiva en París
David Nalbandian se ha clasificado para la final del torneo de París-Bercy tras derrotar al ruso Nikolay Davydenko por 6-1, 5-7, 6-4, por lo que aspira a revalidar el trono que conquistó el año pasado, al tiempo que garantizó la presencia de, al menos, un argentino en la Copa Máster de Shangai.
El argentino aspirará a convertirse en el primer tenista que repite triunfo consecutivo en París, a condición de que venza en la final al francés Jo-Wilfried Tsonga.
Con su triunfo, Nalbandian mantiene sus opciones de estar entre los ocho mejores al final del año y ganarse un puesto en la Copa Máster de Shangai. Además, Argentina ya tiene asegurado, al menos, un representante en el último torneo de la temporada.
Algo más de dos horas necesitó el cordobés, octavo cabeza de serie, para derrotar al ruso, sexto, pese a que su salida a la pista fue fulgurante y en menos de media hora se adjudicó el primer set.
Veinte minutos tardó Davydenko en ganar su primer juego ante un Nalbandian que saltó a la pista como un expreso listo a llevarse por delante a su rival. Entre tanto, el ruso había cedido dos veces su servicio y prácticamente cualquier opción de ganar el primer set.
El despiste continuó hasta los primeros compases del segundo set. En el primer juego, Nalbandian dispuso de dos bolas para hacerse con el servicio de Davydenko, pero éste conservó su saque. Y ahí comenzó el renacimiento del ruso, que desplegó un juego de quilates, propio de su condición de sexto favorito.
El duelo ganó en intensidad y en belleza, con intercambios de golpes que hicieron las delicias de un público huérfano de estrellas tras la ola de bajas de la víspera, cuando las lesiones se llevaron por delante al español Rafael Nadal y al suizo Roger Federer.
Nalbandian rompió el servicio en el tercer juego y Davydenko lo recuperó en el siguiente. Volvió a hacerlo en el duodécimo para prolongar un partido que nadie en Bercy quería que terminara.
Los dos jugadores se afanaron en conservar sus servicios y lo hicieron con fortuna durante seis juegos. Al séptimo Nalbandian volvió a pisar el acelerador y robó el servicio del ruso.
Le bastaba con mantener dos veces su saque para ganar y no defraudó. Un saque ganador en el décimo juego le elevó al último escalón de un trono que protege con celo. Como si fuera suyo.