Edurne Pasabán: "Motiva saber que en otoño podré ir al Sisha Pangma"
- La montañera vasca se recupera de las lesiones en el hospital MAZ de Zaragoza
- Su objetivo es recuperarse y empezar a preparar una nueva expedición
- Todo sobre la expedición de Edurne Pasaban, en la web de 'Al filo de lo imposible'
La montañera española Edurne Pasabán, que el pasado 18 de mayo holló la cima del Kangchenjunga (8.586 metros) en el que es su duodécimo ochomil, aseguró en el Hospital MAZ de Zaragoza, donde se recupera de las lesiones que sufrió en el descenso, que "motiva saber que en otoño podré ir al Sisha Pangma (8.027)".
Recordó que las primeras preguntas que le hizo a Ricardo Arregui cuando revisaba sus dedos eran que si iba a estar bien para septiembre y le dijo que "sí, pero con un verano tranquilo y de playa y sin pisar hielo", por lo que ya sabe que lo que deberá hacer será entrenar con "bicicleta y corriendo en la playa".
Ahora su objetivo es recuperarse de las lesiones y empezar a preparar una nueva expedición, aunque la familia le ha insinuado que "pase de los dos que quedan" pero la motivación le llega "por el cariño que te da la gente y es lo que te da la fuerza para tirar pra delante".
Al Kangchenjunga lo calificó como una montaña "enorme con un volumen gigante y muy largo, y las referencias que tenía eran duras y ha sido así" y después de haberlo hollado se alegra porque sabe que "no vuelvo más".
"Las congelaciones son más leves de lo que pensaba"
A pesar de lo sucedido, Pasabán no está dispuesta a renunciar a su carrera por ser la primera mujer del mundo en hollar los catorce ochomiles, en la que está igualada con doce ascensiones con la austríaca Gerlinde Kaltenbrunner, mientras que la italiana Nives Meroi suma una menos.
"Las congelaciones son más leves de lo que pensaba y ahora lo que tengo ganas de recuperarme del cansancio y descansar y, porque no, pensar más allá. Ahora estoy bien pero todo ha sido muy rápido, pero lo que te anima es estar en casa y volver a estar con tus padres y tus amigos", dijo.
Al respecto de las quemaduras por hipotermia en el pulpejo del primer dedo de la mano derecha se mostró esperanzada de que "no haya que tocar nada, aunque es el que más negro está".
Recordó que para los componentes de la expedición el haber llegado al campo IV supuso la tranquilidad de decir "ya está, pero mi problema comenzó del campo IV hacia el campo III" cuando le llegó "el agotamiento, tiro la toalla y digo dejarme aquí".
Alabó el trabajo realizado por todos sus compañeros porque "me tuvieron que bajar arrastras" para hacer un camino que normalmente cuesta una hora y que a ella le costó hacer "cinco horas".