Barcelona se vuelca con los campeones
- Miles de aficionados acompañan al equipo en su trayecto hacia el Camp Nou
- Éxtasis en el estadio con la vuelta de honor y los discursos de los campeones
- Así hemos vivido la rúa blaugrana
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La Copa de Europa está en su casa, por lo menos en la que ha de serlo durante un año. El Barça ha traído el merecido trofeo y lo ha entregado a la afición, la que ha vibrado con el juego y el dominio de una plantilla para la historia.
Se hizo de rogar y la entrada en escena no llegó hasta las 22:30 de la noche, pero al final la espera tuvo su recompensa y los 95.000 espectadores que sacrificaron la presencia en la rúa por resevar los mejores asientos en el estadio vivieron lo mejor de la fiesta.
Entraron los jugadores por sorpresa, accediendo por un lateral. Se rompía así un poco el protocolo previsto, aunque ya venía rompiéndose durante toda la tarde. Algunos daban rienda suelta en el césped a las ganas de juerga que se traían del autobús, como Leo Messi.
Se vieron carreras son orden, como de niños, hasta que llegó el 'profe' Guardiola y los reunió a todos en el túnel de vestuario. Había que cumplir con el guión, dejar que se apagaran las luces y los jugadores recibieran uno por uno, a la luz de los focos, la ovación del respetable.
Alves, Bojan, Eto'o y, sobre todo, Messi fueron de los más ovacionados hasta la salida de los capitanes: Iniesta y Valdes portaban la Copa del Rey, Xavi y Puyol la de la Liga. Faltaba la más anhelada, y esa la dejaron para el 'boss' Guardiola y su ayudante Tito Vilanova. En ese momento estalló la alegría, con lluvia de confetti y música de Queen incluidas.
Llegó el momento entonces de los discuros -Eto'o, Piqué, Messi, Puyol, Iniesta y Xavi, los más aplaudidos- y una nueva vuelta de honor con Coldplay de fondo -la banda sonora de la temporada-. La lluvia de confetti y los fuegos artificiales pusieron la nota de color.
Messi, exultante
"Vamos a seguir y lo vamos a ganar todo", dijo un enardecido Leo Messi, al que más de cinco horas seguidas de juerga le dejaron huella en la garganta. Fue uno de los más aclamados de la fiesta, por compañeros y aficionados.
El turno de los discursos dejó momentos anecdóticos, como el retraimiento de Piqué. El central fue 'picado' por el público con el "boti, boti, boti...", que tanto dio que hablar en la celebración anterior. Se mordió la lengua, pero no se contuvo a la hora de dejar un 'recado': "No hay ningún equipo español, más que nosotros, que tenga el triplete".
La exaltación de unos contrastaba con el comedimiento de otros. "Es un orgullo, ahora más que nunca, ser culé y catalán", dijo Xavi. "Es vuestra, gracias por vuestra ayuda", dedicó Puyol al público. El entrenador, Pep Guardiola, recordó su etapa de jugador y dijo lo mismo que en 1992: "Ja la tenim aquí", parafraseando el histórico "ja soc aquí" de Tarradellas.
También hubo momentos para los cánticos, y las bromas. Como Iniesta, que añadió una parte al tradicional "Visca Barça, Visca Catalunya i...", "¡Fuentealbilla!", coreó el público.
Y el momento emotivo lo protagonizó Eto'o. El camerunés se hizo de rogar. El mismo que en otras no soltaba el micro, en esta ocasión tuvo que contener la emoción. Se abrazó con Iniesta y al fin se decidió: "Lo di todo ayer para traer la tercera Copa. Durante toda la temporada mi única preocupación era arrancaros una sonrisa, espero haberlo conseguido". Unas palabras que dejaron en el aire inquietantes sensaciones de despedida.
Antes del colofón en el Coliseo azulgrana, la fiesta se vivió en la calle
Lentamente, sin prisa, pero sin perder de vista el objetivo, igual que el juego del equipo en la temporada. A menos de dos kilómetros por hora, la caravana tardó casi cuatro horas en recorrer 8 klómetros.
Pero nadie tenía prisa porque los autobuses se marcharan. Como si quisieran agradecer a cada uno de los 750.000 culés presentes -según la Guardia Urbana- su apoyo incondicional, la comitiva se paraba en cada punto para saludar a los aficionados.
Nadie tenía prisa porque la fiesta también se vivía en la parte superior de los autobuses. Como si fueran unos hinchas más, los jugadores se lo pasaban en grande ondeando sus bufandas y banderas.
Algunos como el uruguayo Martín Cáceres o Gerard Piqué se convirtieron en improvisados directores de orquesta y animaron el trayecto. Otros, con más tranquilidad, como Andrés Iniesta, se dedicaban a devolver los saludos que les dedicaba la afición.