Casillas, un extraordinario tipo normal
- José Luis Toral nos desvela la otra cara de la entrevista en RNE
- El portero del Real Madrid sorprende por su "normalidad"
- Simpático y natural, no elude ningún tema y sigue las bromas
Te recibe como ese colega al que hace mucho que no ves. Te trata con naturalidad, simpatía, y sobre todo, con normalidad. Es Iker Casillas. El mismo que dijo aquello de: "No soy galáctico, soy de Móstoles", una frase que bien resume la esencia del personaje.
Entra enseguida a la broma, al vacile. No puedo entender cómo, la entrevista se desboca, Rodrigo Jiménez se ha empeñado en sacarle si tiene novia. Un dato que interesa seguro a muchas chicas y no tan chicas. Contesta, misterioso, que puede tener novia... o novio. Explica que hay gays en el fútbol, pero que son como las meigas, que no se manifiestan mucho, pero que... haberlos haylos. Sobre su vida íntima, bromea, "si me pagáis bien, os cuento todo". Vamos, que se nos ha ido por los cerros de úbeda. Afortunadamente, somos un programa de deportes y no del corazón.
No elude ningún tema. Reconoce que Marcelo ataca mejor que defiende y se muestra muy enfadado por las críticas, según él, muy injustas, que caen siempre sobre Raúl. Coincide con Florentino en que el Real Madrid debe hacer "jogo bonito" y debe fascinar a los aficionados.
Iker te mira directamente a los ojos con mucha atención y te escruta. Una mirada que embelesa a sus admiradoras, hipnotiza a los delanteros rivales y acuchilla a sus defensas cuando cometen errores. Son ojos que brillan cuando habla de conseguir el doblete. Le ilusiona la Champions, la Copa del Rey le quita la vida (lo dice con cara de desesperación) y el Mundial le pone. Cuando gane un Mundial, si es que lo gana, "querré ganar otro", dice sonriendo.
Nos habían contado que Iker es puntual. Puede que lo sea, pero no hoy. Al final, risas y foto de rigor. El cachondeo continúa en la foto y jugamos a ver quien sale más alto.
Maneja tanto como una multinacional, es posiblemente el mejor portero del mundo, y, sin embargo, después de pasar un largo rato con él te quedas con una sensación, la de haber charlado con un extraordinario tipo normal.