Ferrero, el luchador incansable
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Adaptado a su nueva condición, distanciado del primer plano que ahora acaparan otros y que antaño absorbió, Juan Carlos Ferrero asume en Barcelona, en la final de la Copa Davis, su condición de quinto hombre de España, al servicio del grupo que capitanea Albert Costa.
Consciente de la proximidad del tramo final de su carrera, ya alejado de las alturas del circuito y del protagonismo que adquirió como pilar del equipo español, como especialista en arcilla, ganador de Roland Garros en su año mágico de 2003, donde fue número uno del mundo, Ferrero se asoma a su cuarta final de la Davis.
La adquisición de la madurez como jugador ha reubicado a Ferrero, a sus veintinueve años, en un competidor a tener en cuenta. Casi seis años después, se reencontró con la condición de conquistador de un título. El pasado 6 de abril. En el torneo de Casablanca obtuvo el decimotercer éxito de su carrera. Terminó con el maleficio que le perseguía desde octubre del 2003, cuando ganó el Masters Series de Madrid.
Tras sumirse en las profundidades del ránking, que llegó a fijarle más allá de los cien primeros, Ferrero se reencontró con su mejor nivel, recogió los frutos del esfuerzo y se instaló, en el pasado mes de octubre, entre los veinte primeros.
No pasó por alto su mejoría a pesar de la competitividad que ejercen el resto de raquetas de España. Y Albert Costa recurrió a su experiencia y a su talento para sacar adelante los compromisos de Copa Davis. Ferrero volvió a sentirse un jugador de equipo.
Resultó decisivo ante Alemania, donde obtuvo el quinto y definitivo punto para España. Y cumplió ante Israel, donde cosechó el triunfo en su partido para llevar al cuarteto hacia una nueva final.
El alto nivel del tenis español ha dejado al margen de los cuatro elegidos a Juan Carlos Ferrero. Pero Albert Costa no olvidó su compromiso y la atención que demostró cuando fue necesario.
Ferrero, que presume de dos Copas Davis en su historial, la primera, obtenida en el Palau Sant Jordi en el mismo escenario que ahora, la de su explosión. Y la del 2004, ante Estados Unidos, en Sevilla. Además de la final del 2003, que el conjunto español perdió ante Australia en Melbourne. Sólo faltó a la del pasado curso en Mar del Plata.
Juan Carlos Ferrero vuelve a una final. Desde otra perspectiva. Como quinto hombre. Integrante del equipo. Parte del grupo, uno más en las sesiones preparatorias y al acecho ante cualquier eventualidad. El jugador valenciano ha sabido reciclarse. En su madurez y experiencia está ahora su gran virtud.