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Un espejismo esculpido a golpe de petrodólar

  • Abu Dabi ha crecido gracias a sus ingentes reservas de hidrocarburos
  • La ciudad ha experimentado un cambio radical en los últimos años
  • Su intención es convertirse en uno de los focos deportivos mundiales

Especial Mundial de Clubes en RTVE.es

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Vista general de Abu Dabi, capital del emirato homónimo y de Emiratos Árabes.
Vista general de Abu Dabi, capital del emirato homónimo y de Emiratos Árabes.

Abu Dabi emerge del Golfo Pérsico como un espejismo esculpido a golpe de petrodólar. La ciudad recorta su silueta de grúas y rascacielos sobre el verde turquesa de las aguas que la rodean, entregada por completo a su empeño titánico de domesticar al desierto. Puede parecer que se trata de una empresa disparatada, pero el océano de petróleo que rebosa bajo sus pies es capaz de nutrir cualquier sueño por delirante que éste sea.

La moderna capital surgió de la nada, al abrigo del inmenso yacimiento de hidrocarburos que dormía en sus entrañas. Se calcula que el emirato de Abu Dabi, cuyo tamaño es aproximadamente el doble que el de Cataluña, acumula casi un 10 por ciento de las reservas mundiales de petróleo. Pero estos recursos solo comenzaron a explotarse a partir de la década de 1970. Hasta entonces, Abu Dabi sólo era un trozo de desierto habitado por tribus beduinas que en el interior se dedicaban a pastorear cabras y camellos, mientras que en la costa recolectaban perlas o ejercían el oficio milenario de la piratería.

Abu Dabi acumula casi un 10 por ciento de las reservas mundiales de petróleo.

La fiebre del dinero a manos llenas afloró junto con el petróleo, y los dólares no tardaron en cambiar radicalmente la fisonomía de aquella esquina estéril de la Península Arábiga. Las chozas de hojas de palma dieron paso a rascacielos que llevaban la firma de los arquitectos más renombrados, aunque su construcción recayese sobre mano de obra barata filipina e indostaní, demasiado cercana al esclavismo. Complejos sistemas de irrigación permitieron que brotasen campos de golf en mitad de las llanuras abrasadas. Los camellos se convirtieron en mastodónticos todoterrenos. Los humildes dhows dieron paso a lujosos yates. Los centros comerciales se convirtieron en refugios artificiales de aire acondicionado que robaron protagonismo a los zocos.

Vocación internacional

Al igual que su hermana Dubai, de cuya crisis se está beneficiando indirectamente, Abu Dabi no oculta una decidida vocación internacional. Su privilegiado emplazamiento le permite servir de encrucijada entre Oriente y Occidente, en pugna financiera con los dragones asiáticos por canalizar el flujo de los grandes capitales que circulan de un extremo a otro del planeta.

Tampoco puede esconder Abu Dabi su inclinación silenciosa hacia Occidente, de cuyo modo de vida ha importado tantos aspectos, aunque al mismo tiempo haya intentado preservar intacta una buena parte de su personalidad. Este hecho se ha traducido en un mestizaje muy característico que se refleja en diferentes aspectos de su vida cotidiana. Por ejemplo, bajo el traje típico femenino, la abaya, muchas mujeres vistan blusas, vaqueros y ropa interior que parecen sacados directamente de un escaparate de la Quinta Avenida de Manhattan.

Occidente también se ha convertido en el objetivo de la voracidad inversora de Abu Dabi, estimulada por la necesidad de diversificar su economía. Sus tentáculos han alcanzado todos los ámbitos posibles, desde el deporte hasta el arte. Dentro de poco, la capital de Emiratos Árabes tendrá dos museos de primer orden mundial, con sus correspondientes colecciones: un Louvre diseñado por Jean Nouvel y un Guggenheim de dimensiones faraónicas concebido por Frank Gehry.

Entrada en la Premier League

En 2008, el principal grupo inversor de Abu Dabi compró el Manchester City. Entró así de lleno en la Premier League inglesa, la liga de fútbol más potente del mundo al menos en lo que a repercusión mediática se refiere. Robinho, Tévez o Adebayor recalaron en el club de Manchester después de que se pagase por ellos sumas multimillonarias.

Además, la capital de Emiratos Árabes quiere convertirse en uno de los focos deportivos mundiales, atrayendo competiciones de alcance internacional. Fórmula Uno, golf, vela, tenis y, por supuesto, fútbol. El Mundial de Clubes es otro escalón más en esta política de eventos deportivos mayúsculos. En 2003, organizó el Mundial Sub 20, y su deseo es poder hacer lo mismo en un futuro próximo con un Mundial absoluto.