El estadounidense Lysacek se lleva un oro inesperado
- Lysacek, vigente campeón dle mundo, fue cuarto en Turín
- Plushenko quería repetir el oro olímpico, pero se quedó con la plata
- Javier Fernández firma una excelente 14º posición
Ver también: Especial: Juegos Olímpicos de Vancouver 2010
Horas antes de que comenzara la final de patinaje artístico masculina en Vancouver las quinielas sólo servían para calcular el segundo y el tercer escalón del podio, que se presumían discutidos. El oro, decían todos, estaba cantado: para Yevgueni Plushenko, actual campeón olímpico, vigente campeón europeo y que terminó el programa corto en primera posición. Pero la noche terminó con victoria inesperada: la del estadounidense Evan Lysacek, que lloraba como un niño pequeño al ver las notas de su rival y saberse campeón olímpico.
Plushenko, el rey de los cuádruples, tuvo que conformarse con la plata mientras que el japonés Daisuke Takahashi se llevó el bronce. A apenas unas décimas de él terminó el suizo Stephane Lambiel, que pese a levantar al público de sus asientos con su programa libre de la Traviata y ser el único que hizo dos cuádruples en la final, sólo pudo terminar cuarto.
La noche fue redonda también para el español Javier Fernández, el 'pirata del Caribe', que consiguió remontar dos puestos en el programa libre y terminó su primera participación en unos Juegos Olímpicos en 16º posición.
La final más reñida
La final masculina se prometía una de las más reñidas de los últimos años, con tres patinadores separados por menos de un punto tras el programa corto, y otros tres en un puñado de puntos, dispuestos a pelear a muerte por las medallas. Y los seis fueron los últimos en salir al hielo del Pacific Coliseum.
Primero lo hizo Lysacek. El estadounidense de 24 años, vigente campaón del mundo, hizo un programa casi perfecto. "Llevaba esperando hace run programa como éste, limpio y en el momento y lugar adecuados, todo el año. Estaba tan contento de cómo me iban saliendo los saltos que tuve que reprimir las ganas de levantar el dedo al caer de cada uno (de los saltos)", decía nada más terminar, antes de saber las notas del resto de sus competidores. De hecho, no pudo reprimirse del todo. En la última pirueta aún estaba dando los últimos giros cuando sus brazos se escapaban hacia lo más alto del techo del pabellón. Sabía que había hecho un gran ejercicio y que iba a estar luchando por subir a lo más alto del podio.
Su gran rival de la noche, Plushenko, partía con la ventaja de salir al hielo en última posición de los 24 patinadores que llegaron a la final, lo que le permitía saber que necesitaba hacer un gran programa para superar a Lysacek. Y salió al hielo como él suele hacerlo. Nervios templados y cara de "mírenme todos que aquí estoy yo, y ustedes han venido aquí a disfrutar de mi talento". Comenzó con un cuádruple de libro pero a partir de ahí su programa fue limpio, pero salvó los saltos por los pelos, con malas colocaciones en el aire en varios de ellos que a punto estuvieron de costarle un disgusto.
Por mucho que Plushenko levantaba los dedos índices para marcar el "1" cuando terminó, sabía que lo iba a tener difícil. Lysacek había hecho un programón y el de él no era "casi perfecto", como fue el del programa corto. Tras unos minutos de mirar angustiados a los jueces, fueron éstos los encargados de dirimir la cuestión: oro para el estadounidense, plata para el ruso.
El bronce, para Japón
Y si el oro estuvo disputado, el tercer cajón del podio fue una lucha de titanes a tres. Los aspirantes eran el japonés Daisuke Takahashi, el suizo Stephane Lambiel y el estadounidense Johnny Weir, y en este orden finalmente terminaron, aunque separados por menos de cinco puntos entre todos.
De los tres, el primero en competir fue el suizo, que no estuvo del todo fino en sus saltos aunque fue capaz de completar -el único de la noche que lo hzo- dos cuádruples. "Gasté tanta energía en intentar salvar los saltos para no caerme, proque no fueron limpios, que me desfondé, llegué al final de mi programa exhausto, y no pude hacer la parte final como me gusta hacerla", explicó al terminar.
Al público no apreció importarle. Su vals de La Traviata fue coreado con palmas y cencerros por las 16.000 personas que abarrotaban las gradas del Pacific Coliseum, especialmente en las piruetas finales, de las más bellas nunca vistas sobre el hielo. SIn embargo, partía de la quinta posición en el programa corto, y esos puntos de diferencia son los que le hicieron perder la medalla de bronce.
El tercer puesto de la competición se lo llevó finalmente el japonés Takahashi, que pese a caerse en el cuádruple pudo remontar el programa y crecerse hacia el final, igual que lo hizo el estadounidense Weir, que provocó el mayor abucheo de la noche: el de los jueces al conocer su nota, que le dejaba en sexta posición.
La polémica de los cuádruples
La victoria de Lysacek, que no es capaz de hacer un cuádruple en competición, abre si cabe más la breca entre los 'cuadruplistas' y los que no tienen ese salto. Desde hace años, Plushenko ha dicho por activa y por pasiva que no es de recibo que un campeón del mundo u olímpico no sea capaz de hacer un cuádruple. Lo decía en clara referencia a Lysacek, y también al canadiense Patrick Chan, ídolo local en estos Juegos y que tampoco es capaz de hacer este salto, que sí tienen otros patinadores, sobre todo europeos, como Lambiel, Joubert o incluso Javier Fernández.
"Con el sistema de puntuación antiguo, habría ganado", decía Plushenko un tanto defraudado nada más colgarse su medalla de plata en el cuello. Plushenko, que llegó a la rueda de prensa de los tres ganadores tarde y pasó cinco minutos sin mirar a Lysacek, aseguró que tras su actuación de esta nche "me sentí ganador, estaba convencido de ello, pero los jueces no lo estimaron así". "Supongo que Evan necesitaba la medalla más que yo, al fin y al cabo, yo ya tengo una de oro y dos de plata", pretendió bromear mientras el estadounidense, sentado a su lado, ponía cara de póker.
Lysacek no quiso entrar al trapo en la guerra y simplemente aseguró que colgarse el oro en estos Juegos "es una victoria personal", y que se debió fundamentalmente a que estuvo brillante no sólo en los saltos, "sino también en las piruetas, en las transiciones y en todo el programa".