Hinault, Lemond y el 'teatro' de Alpe d'Huez
- Los dos mejores ciclistas de 1986 escenificaron en Alpe d'Huez su armisticio
- Eran compañeros de equipo, pero Hinault trató de arrrebatar el Tour a Lemond
- El francés quiso, y no pudo, ganar su sexto Tour de Francia a cualquier precio
- Repasa lo mejor de la historia del Tour de Francia
La 98º edición del Tour de Francia entra en su tercera y definitiva semana. Dos ciclistas y hermanos (Frank y Andy Schleck) afrontan unos días decisivos sin que parezca que sepan muy bien qué es lo que tienen que hacer para ganar una competición para la que llevan trabajando varios meses. Esto, junto con la presunción de que hasta que la carrera no llegue al Alpe d'Huez el próximo viernes no se decidirá nada, hace que vuelva a la mente de los aficionados una escena que tuvo lugar en el Tour de 1986.
En una de las etapas del Tour de Francia, dos ciclistas llegan a la cumbre del mítico Alpe d'Huez codo con codo tras haber destrozado a todos sus rivales en carrera. Ambos visten jersey del mismo equipo y antes de llegar a meta se cogen de la mano. Los dos pasan juntos y el más veterano gana, pero levanta el brazo del más joven, en señal de reconocimiento a su superioridad. Lo que parece un bello gesto de deportividad, no es más que una escena de cara a la galería.
El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Una máxima que se cumplió en la persona de Bernard Hinault, cuando nada más ganar el Tour de 1985 dijo: "El año que viene ayudaré a Lemond a ganar". Lo dijo el francés, llevado sin duda por la euforia y como reflejo del pacto al que se había llegado días antes.
La Vida (poco) Clara
Bernard Hinault y Greg Lemond eran los dos mejores ciclistas del momento, habida cuenta de que Laurent Fignon no acababa de recuperarse de una grave lesión de rodilla. El francés, Hinault, y el estadounidense, Lemond, eran compañeros en el equipo La Vie Claire (La vida clara, en español) fundado a golpe de millones por el empresario Bernard Tapie.
La Vie Claire era el conjunto más poderoso del momento y fichaba todo lo que se movía. Los negocios de Tapie parecían no conocer límites y todo era lujo, aunque luego se vio que no había más que oropel.
Bernard Tapie era un empresario, que luego se metió a político. En 1993 se vio envuelto en asuntos de corrupción, como presidente del Olympique de Marsella de fútbol y años después fue condenado por fraude fiscal.
En definitiva, que la vida de Tapie era poco clara y el desarrollo de las actividades dentro del equipo ciclista tampoco fueron un ejemplo de los que su nombre proclamaba.
Lemond llegó al conjunto en una acción estratégica de Hinault, que ejercía el papel de amo deportivo del equipo de manera férrea, por encima incluso del director, Paul Koechli. El francés pretendió tener junto a él al único corredor que, por entonces y lesionado Fignon, podía hacerle sombra.
Una jugada semejante a la que, años después, intentó hacer Lance Armstrong con Alberto Contador y que tuvo como resultado el enfrentamiento y la tensión vivida por las dos estrellas en el de Tour de 2009.
24 años antes, Hinault andaba con su obsesión de siempre... ganar. Ganar el quinto el Tour, e igualarse a Anquetil y Merckx, le costó romperse la nariz en Saint Etienne y que casi le rompiera la cara Greg Lemond en Luz Ardiden, en el mismo día en que Pedro Delgado logró su primer éxito en la ronda gala.
Traiciones en el equipo
Lo que sucedió aquel día es que Koechli hizo parar a Lemond para que esperará a Hinault, cuando podía haber asestado un golpe decisivo a la carrera. El director engañó a Lemond, haciéndole creer que Hinault venía más cerca y en mejores condiciones de lo que era real.
El enfado de Lemond fue monumental, casi llegó a las manos con Hinault y se hizo una reunión de urgencia entre los dos corredores y el dueño del equipo, con el director- comparsa de testigo. En ella se llegó al acuerdo que provocó las palabras de Hinault en París.
Con el paso de los meses Hinault matizó su postura:"De acuerdo con ayudar a Greg, pero en la medida en que él sepa mostrarse digno del jersey amarillo". Con "el Tejón", que entonces sacó a relucir su otro sobre nombre "el Caimán", dando carnets de líder, la vida seguía tan poco clara como el año anterior.
Y de aquellos polvos vinieron estos lodos. Según avanzó el Tour 86, la tentación que suponía para Hinault poder ganar el sexto Tour, nadie lo había logrado por entonces, fue demasiado para su ambición insaciable.
El equipo se rompió en dos bloques y en él la traición estuvo a la orden del día. En los controles de firma, los periodistas rumoreaban sobre el hecho de que Lemond subía su bicicleta a la habitación, temeroso de que alguien, de dentro del equipo, la manipulara.
Hinault puso a prueba a Lemond con un ataque camino de Pau, en la primera etapa de los Pirineos, que ganó Delgado. Al día siguiente, el campeón bretón lanzó uno de esos ataques propios de la más rancia épica del ciclismo y puso "patas arriba" al pelotón. Con el Tourmalet, el Aspin y el Pereysourde por medio, el líder atacó desde lejos, como hacía años que no se veía.
Sin embargo, en la última ascensión, a Superbagneres, le abandonaron las fuerzas y la respuesta de Lemond fue contundente. El estadounidense ganó una jornada para el recuerdo, en la que impuso sus galones, aunque Hinault llegó de líder a los Alpes.
El canto del cisne de Hinault
Desde fuera del equipo nadie entendía nada, pero para la prensa destacada en aquel Tour el enfrentamiento en La Vie Claire era la comidilla diaria. Una pelea como no se había visto en muchos años.
Tampoco los de dentro entendían mucho de aquel infierno en el que se convirtió la "convivencia" entre dos líderes que ni se hablaban, como posteriormente declararía el joven Jean François Bernard, recién entrado en el equipo.
Hinault mantenía la fidelidad de la mitad del equipo, a pesar de que tras los Pirineos se vio que era un campeón en declive. Realmente, su suerte se jugó en la etapa que concluyó en el Granon y en la que Chozas dio un recital tremendo, que no reflejaron con justicia las cámaras de la televisión francesa.
Por detrás Lemond, acompañado por Zimmerman, secó las pocas aspiraciones que le quedaban a su "jefe de filas", a quien le sacó tres minutos. Greg Lemond se presentó como líder, con casi tres minutos de ventaja, de cara a la decisiva ascensión a Alpe d'Huez.
Llegados al gran día, por medio había que subir el Galibier y la Croix de Fer. En el descenso del Galibier, Hinault atacó con Steve Bauer, compañero de Lemond, pero partidario de Hinault. Y Lemond los persiguió, en compañía de Pello Ruiz Cabestany.
Hinault volvió a atacar en la Croix de Fer. El donostiarra fue testigo y lo contó en su libro Historias de un ciclista: "el americano no sólo tiraba como un poseso, sino que me ofreció un dinero por colaborar yo también".
El caso es que Lemond cogió a su más encarnizado rival y, al pie de Alpe d'Huez, Hinault le prometió que ya no iba a atacarlo más. El bretón aún tuvo un rasgo de soberbia, cuando no consintió que Lemond le diera un solo relevo en la ascensión.
Ante el público francés, Hinault apareció como el jefe generoso, que se desgasta en favor de su líder, de su delfín y heredero, el nuevo dominador: Lemond. Ambos llegaron a la meta cogidos de la mano y el mundo del ciclismo aplaudió el fin de las hostilidades entre los dos mejores corredores del momento.
La verdad es que todo fue una apariencia, para salvar la cara del campeón francés y simular lo que, en realidad, era el canto del cisne de Hinault. Sus 31 años no pudieron con la pujanza de los 25 que tenía recién cumplidos Lemond. Hinault se retiró al final de aquella temporada.
El ciclismo comenzó a cambiar de época aquel día, en el que Lemond se convirtió en el primer estadounidense en ganar el Tour. Por otra parte, un día aciago para Pedro Delgado, que se vio obligado a abandonar, a causa del repentino fallecimiento de su madre.