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Tour de Francia 2017

El Tour, cruel con un australiano 89 años después

  • Las imágenes de la caída de Richie Porte (BMC) marcaron la novena etapa
  • El violento golpe contra el asfalto le fracturó pelvis y clavícula al australiano
  • El libro 'La milla invisible' rememora la epopeya del primer equipo anglosajón, compuesto por oceánicos, que disputó el Tour de 1928
  • Tour 2017 en directo; etapa 10, martes desde las 13:55h. en Teledeporte y RTVE.es

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Richie Porte se fractura la cadera y la clavícula

"Ha sido gracias a Porte. Le doy las gracias a Richie que mandara parar cuando Aru atacó tras mi pinchazo”, agradecía Chris Froome (Sky) en el podio de Chambéry. Con sus “pensamientos" y con ese reconocimiento se despedía del ciclista australiano —que viajaba en esos momentos en ambulancia al hospital— el que fuera su compañero de equipo y ahora máximo rival. [Crónica de la novena etapa

Restaban más de 23 kilómetros para el final de la novena etapa del Tour de Francia 2017 y el grupo de los favoritos volaba en un vertiginoso descenso del Mont du Chat. Si las cámaras no lograron captar hasta entonces ninguna de las graves caídas del día, desde la de Gesink y Mori hasta la de Majka y Thomas, está sí que se filmó. Y quedará grabada para siempre en la retina de los aficionados, por la violencia del golpe contra el asfalto. Por la crueldad de este deporte y, en definitiva, de esta carrera. [Tour 2017 en directo; etapa 10, martes desde las 13:55h. en Teledeporte y RTVE.es]

El australiano Richie Porte (BMC), que era quinto de la general, abandonó este domingo en el Tour de Francia tras sufrir una dura caída en el descenso del Mont du Chat, en la novena etapa. En la caída también se vio afectado el irlandés Daniel Martin (Quick Steep), cuarto de la general.

Un camino australiano en el Tour abierto en 1928

Esa crueldad se cebó también con otro ciclista australiano hace 89 años durante la ronda gala, se trataba de Ernest Bainbridge. Este veterano de la primera guerra mundial nacido en Northcote fue uno de los cuatro oceánicos que compusieron el primer equipo íntegramente anglosajón que disputaba el Tour de Francia. Era el año 1928 y, como Porte ahora, Bainbridge también se vio obligado a abandonar la Grande Boucle por culpa de una caída.

Su condición de excombatiente fue la mecha que prendió en el escritor neozelandés David Coventry (Wellington, Nueva Zelanda, 1969) para que acabara escribiendo su primer libro, 'La milla invisible', recientemente traducido al castellano y publicado en España por la editorial Seix Barral.

Gracias a su trabajo como documentalista, Coventry conoció la historia de su compatriota ciclista Harry Watson. De ahí llegó a sus compañeros en 1928 Hubert Opperman, Percy Osborne y el citado Bainbridge; el enlace perfecto para que el ciclismo, o mejor dicho para que el Tour, fuera el escenario anhelado en el que poder encajar una historia sobre la resistencia y la supervivencia, "sobre la dualidad del deporte y la religión", con la gran guerra y las secuelas que ésta ocasiona como telón de fondo.

Imagen de los cuatro componentes del equipo RWD que participó en el Tour de Francia 1928.

Imagen de los cuatro componentes del equipo RWD que participó en el Tour de Francia 1928. www.dailytelegraph.com.au

El libro describe de manera refinada y romántica la epopeya que llevaron a cabo los cuatro oceánicos en una 22ª edición más cercana a un infierno que a un reto deportivo: varias etapas de más de 300 kilómetros con el Aubisque, el Tourmalet, el Portet d'Aspet, el Galibier, el Télégraphe o el Lautaret entre medias. Para mayor dificultad, Henri Desgrange había planteado la carrera por segundo año como una lucha continua contra el reloj para evitar los pactos y las triquiñuelas de los corredores más maliciosos.

A través de un ficticio quinto componente del equipo RWD (Ravat Wonder Dunlop) que hace las veces de narrador, se traslada al lector a esas semanas de entrenamiento en Francia en las que el objetivo era conseguir "imitar" a los ciclistas galos para "sobrevivir" y a los inclementes días en carrera.

Gracias a una cuidada labor de investigación —obligada para un Coventry ajeno hasta entonces al mundo del ciclismo— se relatan esas jornadas agónicas de más de 13 horas pedaleando en las que "abandonar era morir" y tras las que los corredores oceánicos se ganaron la simpatía del público europeo.

Eran corredores exóticos para aquella Francia —aunque no eran los primeros australianos que veían, Don Kirkham e Iddo Munro participaron en 1914— que recorrían los campos de batalla de la gran guerra bajo las órdenes de un director francés que ni siquiera sabía hablar en inglés y que a pesar de todo entraban los cuatro en meta agarrados de la mano.

Imagen del australiano Hubert ¿Oppy¿ Opperman, líder del RWD.

Imagen del australiano Hubert ¿Oppy¿ Opperman, líder del RWD. www.dailytelegraph.com.au

Toda una "aventura fabulosa" que consiguieron completar de manera heroica en París Opperman (18º), Watson (28º) y Osborne (38º) tras acumular en todos y cada uno de sus músculos 5476 kilómetros.

Aquel Tour de Francia lo ganó el ciclista de Luxemburgo Nicolas Frantz, que revalidaba triunfo con autoridad al enfundarse el amarillo el primer y no soltarlo ya nunca más. Para comparar lo diferentes que eran aquellas ediciones con las actuales decir que Frantz acumuló un tiempo total de casi 193 horas. Chris Froome se impuso en 2016 con un tiempo de poco más de 89 horas tras 3534 kilómetros.

Lo que no cambia la ronda gala es su condición de inmisericorde a la hora de exigir el máximo. En 1928 tomaron la salida 162 participantes y llegaron a París tan solo 41. Este año en lo que llevamos de 104ª edición, entre caídas y fuera de control, hay 17 ciclistas menos de los 198 que arrancaron en Dussenldorf.

"Es un deporte sangriento pero solo cuando se te hacen añicos los huesos abandonas del todo", mencionaba el narrador de 'La milla invisible' para contar la caída de un corredor en el Tourmalet. "Nadie debería abandonar la carrera así, es terrorífico", manifestaba Chris Froome al cruzar la línea de meta en Chambéry —y eso que el británico desconocía aún que Richie Porte se había fracturado la cadera y la clavícula—. La crueldad del Tour.