Una pragmática Francia confirma el cambio de estilo
- Los galos han apostado por un estilo basado en la solidez defensiva y la potencia al contraataque para ganar en Rusia
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Tras dos mundiales en los que los campeones, España y Alemania, deslumbraron al planeta con su fútbol de toque, Francia ha puesto de manifiesto que se puede alzar la Copa del Mundo con otro estilo. Uno mucho más pragmático, basado en la solidez defensiva y la potencia al contraataque, en el que la posesión del balón y el juego creativo quedan aparcados en favor de un fútbol más ordenado y resultadista, pero a la postre igual de efectivo.
Y es que con esa fórmula los jugadores galos han logrado que Francia consiga su segunda estrella, 20 años después de la primera.
Deschamps acaba así con las críticas de aquellos que antes del inicio del Mundial de Rusia, cuestionaban su estilo y censuraban su firmeza en decisiones como la no llevar a Benzema y pedían la llegada de Zidane como seleccionador de los ‘bleus’.
Orden y disciplina para la victoria final
Pese al talento de sus jugadores, Deschamps renunció al fútbol vistoso y fluido y apostó por formar un equipo práctico, sufridor, ordenado y efectivo en el que las exhibiciones individuales se sacrificaran por el bien común. Así, a base de orden y disciplina, los ‘bleus’ se fueron haciendo un hueco entre los favoritos de Rusia hasta que este domingo lograron el título.
La final, en la que Croacia tomó el mando y la dirección del juego, y Francia se dedicó a esperar su oportunidad, fue el reflejo del campeonato que han hecho los galos, salvo dos excepciones: el primer partido ante Australia y los octavos de final frente a Argentina.
En ese primer encuentro, Deschamps apostó por una delantera de vértigo con Mbappé, Dembélé y Griezmann, pero después de que los australianos lograran el empate reaccionó y quitó al jugador azulgrana para meter a Giroud. Sacó también a Matuidi en lugar de Tolisso, dejando patente su apuesta por la experiencia y contención cuando pidió a Kante y Pogbá mayor implicación en tareas defensivas. Primaba el conseguir un resultado favorable como así fue (2-1), en lugar del juego vistoso.
Tras ese choque, Deschamps no varió su once y el pragmatismo imperó, haciendo que los ‘bleus’ se clasificaron como primeros de grupo tras ganar por la mínima a Perú y empatar 0-0 ante Dinamarca.
Solo ante Argentina, en octavos de final, los jugadores galos se desmelenaron. Encabezados por un brillante Kyllian Mbappé acabaron al contragolpe con los sueños de Messi y Argentina (4-3). Fue, a pesar del resultado de la final, el único partido en el que los de Deschamps protagonizaron un encuentro vibrante y con destellos de sus estrellas, principalmente el joven delantero del PSG.
Después, los ‘bleus’ volvieron a apostar por el fútbol efectivo y resultadista y no arriesgaron ante Uruguay y Bélgica. Así, confiados en su solidez defensiva y aprovechando su potencial a la contra y las jugadas a balón parado, acabaron con los charrúas en cuartos (2-0) y con los ‘diablos rojos’ en semifinales (1-0).
Se metían así en la tercera final de su historia y el seleccionador galo no pensaba perderla. Venía avisado por la final de la Eurocopa 2016 en la que terminó cayendo ante Portugal y esta vez no estaba dispuesto a fallar. La Copa del Mundo estaba en juego.
Y así se plantó en la final. Renunciando al balón, cediendo todo el dominio y protagonismo a los croatas y esperando su oportunidad consciente de su fortaleza defensiva.
Después, Francia tuvo la necesaria suerte del campeón y se puso por delante cuando más achuchaba Croacia. Lo hizo tras una falta inexistente que terminó con gol en propia puerta de Mandzukic y, tras el empate de Perisic, volvió a adelantarse con un penalti señalado por el VAR. Ya en la segunda mitad, otros dos destellos de Mbappé terminaron con el gol de Pogba y del propio delantero del PSG. Y así Deschamps y sus pupilos pudieron alzar al cielo de Moscú la Copa del Mundo.
No habrá sido la campeona del juego más vistoso, pero sí ha sido la merecedora de este título. Y es que, pese a venir por el lado más complicado del cuadro, Francia ha sabido armar un equipo competitivo, sacrificado y ordenado para coronarse en el Luzhniki.
Ahora, falta por ver si este estilo de juego pragmático y resultadista ha venido para quedarse o si selecciones como España y Alemania son capaces de recomponerse tras su fracaso en Rusia y vuelven a convertir el toque en protagonista.
Triunfo del talento de origen africano en Rusia
La victoria de Francia en este Mundial también ha dejado patente el potencial africano en el fútbol galo. En total, 14 de los 23 futbolistas convocados por Deschamps tienen sus raíces en ese continente. Es el caso de Mandanda, Nzonzi, Matuidi, Kimpembe. El primero nació en la República Democrática del Congo y los otros tres tienen sus orígenes allí ya que sus padres son de esa nacionalidad. De Malí proceden los progenitores de Kanté, Sidibé y el padre de Dembélé, que también tiene conexión con Segenal y Maruitana, nacionalidad de su madre.
En Camerún nació Samuel Umtiti y, con solo dos años, se trasladó con su familia a vivir a Lyon. Mbappé, otra de las estrellas 'blues', también comparte orígenes cameruneses ya que, aunque él nació en Bondy, su padre es de Camerún y su madre de Argelia. De este mismo país, proceden los progenitores de Fekir, mientas que Pogba procede de Guinea, Rami de Marruecos y Tolisso de Togo.
Y es que, otro dato significativo es que solo cuatro de esos 23 campeones mundiales tienen padres franceses: son Lloris, Pavard, Thauvin y Giroud. Además, Raphael Varane y Thomas Lemar tienen ascendencia en las antillas francesas caribeñas, Martinica y Guadalupe, respectivamente. Mientras que Lucas Hernández es de madre española y Griezmann tiene también orígenes portugueses de donde proceden sus abuelos maternos.
Todo esto conforma un equipo galo con más diversidad ética que nunca, fiel reflejo de la sociedad francesa, y que se ha unido para defender la bandera de Francia.
Esta unión de diversas razas, naciones y religiones bajo una misma bandera no es nueva para el seleccionador Deschamps y es que él mismo formó parte del combinado del 98 que ganó el primer Mundial para Francia. Un conjunto multiracial en el que también destacaban jugadores de orígen africano como Zinedine Zidane, Thierry Henry, Lilian Thuram o Marcel Desailly, entre otros.