Ajedrez educativo, cuando crecer importa más que ganar
- En España es materia curricular en varias CCAA desde 2015
- Promovido por la UE, varios proyectos consolidan la faceta educativa del ajedrez
- Alimenta la inteligencia emocional y revela beneficios para personas con TDAH
La creatividad y la capacidad de improvisación convierten a los y las ajedrecistas infantiles en adversarios temibles en las competiciones. En la hemeroteca brillan casos como los del estadounidense Bobby Fischer, la húngara Judit Polgár o los españoles Arturo Pomar y David Antón. En la infancia y adolescencia puja el momento vital, marcado por la curiosidad ante lo nuevo, junto a la reflexión sobre una experiencia lógicamente escasa, y esto tiene reflejo en el juego. Pero no todo es el rendimiento en competición. Son niños y niñas, y esto es prioritario.
Ante un tablero con innumerables posibilidades, las estrategias inéditas son un camino natural para una mente fresca. Pero lo que convierte a ese o esa ajedrecista en imprevisible, también lo hace vulnerable desde el punto de vista de su desarrollo como persona. Es preciso diferenciar el entrenamiento del proceso educativo en una fase crucial del crecimiento, la infancia. Y es aquí, si se aparca la presión competitiva, cuando el ajedrez se revela como un potente recurso educativo.
Entra en escena la inteligencia emocional: “Para jugar bien al ajedrez tienes que tener la mente funcionando en múltiples aristas, tienes que adivinar qué piensa tu rival, tienes que ponerte en la piel del otro”, explica a TVE Leontxo García, periodista especializado y miembro de la comisión de Educación de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE). Este impacto ha sido constatado, señala: “Un estudio de la universidad de la Laguna compara alumnos ajedrecistas con alumnos que jugaban al fútbol y baloncesto supuestamente más apropiados para desarrollar habilidades socioafectivas, y el resultado fue al contrario, el ajedrez resultó más efectivo para desarrollar la inteligencia emocional”.
Educadores antes que ajedrecistas
“El ajedrez educativo pretende trabajar habilidades y destrezas en los niños, no que ganen una partida de ajedrez. Es lúdico, un juego, como la vida misma, tienes que anticipar qué va a pasar con las acciones que vas a realizar. Lo evaluamos como destreza, (buscamos) que el niño sepa trabajar el respeto o la concentración... no ponemos una nota que califica si juega bien o no”, puntualiza Verónica López Vidal, profesora de ajedrez educativo en el colegio madrileño de Santa Francisca Javier Cabrini.
Esta naturaleza formativa exige una capacitación específica en los profesores puesto que son docentes, educadores, antes que ajedrecistas. En 2015, el Congreso de los Diputados votó por unanimidad recomendar la inclusión del ajedrez en los colegios. Las Comunidades Autónomas, con las competencias en Educación, tomaron nota y desde entonces varias como Madrid, Galicia o Navarra han legislado la inclusión del ajedrez educativo como materia curricular. Tres años antes, en 2012, el Parlamento Europeo aprobó una medida similar.
La experiencia europea: Castle Project y Erasmus+
A la sombra del apoyo de la Eurocámara, el programa Erasmus+ ha canalizado y financiado proyectos como Castle Project, coordinado por Italia. Utilizando elementos físicos como piezas y un tablero de ajedrez gigantes, Castle Project establece procedimientos para desarrollar la psicomotricidad infantil. Y no solo eso, la organización también procura formación específica a los docentes que impartirán las clases.
Luís Blasco, también miembro de la Comisión de Educación de la FIDE, ha sido coordinador de Castle Project en España: “El proyecto consistía en diseñar un currículum para educación primaria según las diferentes edades (...) Se enseñan las bases iniciales, la movilidad, la dirección, el turno de juego, el espacio, el respeto al turno del oponente (...) lo que tienes que enseñar en un centro escolar debe ser algo que valga para todos, para el que le gusta y para el que no”, explica.
Blasco incide en los beneficios de esta herramienta en personas con problemas de atención, hiperactividad y promueve un programa específico para niñas y niños con TDAH: “mejoraron mucho en matemáticas”, asegura. En la prisión de Valdemoro ha conducido el proyecto “La mejor jugada”, dirigido a reclusos penitenciarios, para ”enseñarles a pensar”, aclara.
Este jugador y promotor de ajedrez educativo también dirige el Club 64 Villalba, en la localidad madrileña de Collado-Villalba. Compiten en la División de Honor y en él entrena Ana García, de 12 años, campeona sub-10 de la Comunidad de Madrid. Ella empezó en el colegio, cuando su madre la animó a participar. “Me ayuda a la visión, a pensar y con las matemáticas (...) tenía un entrenador que siempre nos contaba historias para entender mejor las cosas”, dice a TVE.
La brecha de género
Ana pertenece al reducido diez por ciento de ajedrecistas que son mujeres. Profesores y expertos constatan un descenso de su participación a partir de la adolescencia. Hay explicaciones de todo tipo. Algunas achacan esta cifra al carácter excesivamente competitivo de la enseñanza del ajedrez tradicional, algo que motivaría más a los chicos y desanimaría a las chicas, sensibles a un abanico de aspectos más amplio; facetas sociales, lúdicas o formativas del juego.
“Todavía hoy, en la mayoría de los países del mundo, regalar un juego de ajedrez a una niña es raro; hay una etiqueta de masculinidad (...) el remedio es introducir masivamente el ajedrez en la etapa infantil en las niñas de 3 a 6 años y esa etiqueta desaparecería”, argumenta Leontxo García.
Es emblemático el caso de las húngaras Polgár, tres hermanas entre las que destacó Judit, quien en 1991 consiguió el título de Gran Maestro Internacional con solo 15 años, la persona más joven, más que Bobby Fischer, y la primera mujer en lograrlo. 'Maestro', sí, en masculino, pues incluso en la denominación, la FIDE otorga un título de 'Maestra', pero "con un nivel de exigencia inferior" al de 'Maestro', aclara Leontxo García, y nos rescata un dato: solo 37 de los 1.600 jugadores con el título de Gran Maestro absoluto son mujeres. Polgár ha sido la única mujer dentro del top-10 mundial, aunque hasta hoy ninguna haya logrado el campeonato del mundo.
En España, la canaria Sabrina Vega también es Gran Maestra femenina de Ajedrez, Maestra Internacional Absoluta, hasta siete veces campeona de España y subcampeona europea. Es un ejemplo para niñas como Ana y algunos la etiquetan como la ‘Beth Harmon’ española, en referencia a la protagonista de la serie ‘Gambito de Dama’, que ha popularizado el ajedrez desde la televisión.
El jaque mate del ajedrez a la pandemia
El coronavirus nos ha encerrado en casa y limitado los movimientos, un jaque mate a muchos deportes cuya condición física obliga a la presencialidad. No ha sido así con el ajedrez, “en esta época de pandemia ha sido el único deporte que ha podido practicarse tal cual por internet”, afirma Blasco. “Se puede jugar de manera real (...) cuando juegas con el FIFA al fútbol, juegas con un avatar, pero en el ajedrez juegas tú, con piezas virtuales pero juegas y decides tú”, añade, en referencia a que el ajedrez online no es una simulación impostada, o una equivalencia lejana con avatares, es el deporte completo esencialmente.
Grandes rivalidades, como la de Karpov y Kasparov, las luchas U.R.S.S. vs EE.UU. historias personales como la de Bobby Fischer, Arturo Pomar o las hermanas Polgár, han dotado al ajedrez de una dimensión épica, acentuada también por la narrativa televisiva de series como ‘Gambito de Dama’. Periodistas como el propio Leontxo García, entrevistado en este reportaje, han popularizado el juego con su trabajo en medios y en redes sociales.
Esta proyección, ligada a la faceta competitiva, se ha visto prolongada y consolidada en las partidas en internet, donde plataformas como Twitch han fomentado la difusión y generado popularidad. Fenómenos como el del actual campeón Magnus Carlsen o el del ídolo Hikaru Nakamura arrastran audiencia y “generan patrocinios y sponsors altísimos”, señala el ajedrecista.
La tensión y el interés han mantenido su intensidad tanto en el mundo físico como en el soporte online, y la pandemia ha sido un laboratorio que ha puesto de relieve el potencial del tablero. No solo por la condición competitiva, también por la social.
La tercera edad, refugio y territorio cómodo
“Viktor Korchnoi ha estado entre los 100 primeros del mundo hasta los 80 años (...) el ajedrez no tiene edad”, afirma Blasco. En su club de Collado-Villaba este deporte también es una alternativa de ocio para mayores, y acuden a competiciones en esa franja de edad. “Los torneos duran 9 días y en ese tiempo socializan mucho”, explica.
A este club acude Joaquín Galí Gambero, un ajedrecista amateur que ha conservado su afición y su capacidad. “Yo a mis 71 años no he notado pérdida de capacidad intelectual para el ajedrez (...) de hecho, juego al ajedrez para aumentarla, y jugar evita mi decaimiento intelectual”, afirma a TVE.
Y confirma las bondades sociales de la práctica: “El mito de que el ajedrez es un juego de personas solitarias puede darse en alguna persona concreta, pero en general fomenta la sociabilidad. Los aficionados nos reunimos en el club, hacemos amigos, hablamos de otras cosas”, insiste.
Para Joaquín, “el ajedrez ha sido una válvula de escape durante la pandemia”, y defiende la dimensión intelectual que permite la competición sin que las diferencias de edad o limitaciones físicas supongan obstáculos. “He jugado con niños de ocho años, con personas de mi edad, con ciegos (...) la personas mayores tendemos a un ajedrez estratégico y los niños son muy tácticos, muy vivos”, dice.
El error y la belleza
Y algo en lo que Joaquín insiste es en el ingrediente de belleza que el ajedrez aporta a su visión de la vida: “el mundo es bello y trágico a la vez”, sentencia, y en ese mundo, el ajedrez “es como un arte, aporta belleza”. La idea es casi un lugar común en el universo ajedrecista, marcado por un paisaje de interminables posibilidades que inevitablemente deparan imprevisibilidad y sorpresa.
Leontxo García también contempla esta componente: “La belleza suele ser hija del error. Lo normal en el ajedrez entre humanos es que uno comete un error y el otro lo castiga con una combinación muy bella. Ese tipo de combinaciones producen en el aficionado una sensación similar a la novena sinfonía de Beethoven en un melómano o a las meninas de Velázquez en un aficionado a la pintura”, explica el periodista.
Pero lo imprevisible e inclasificado como fuente de belleza compite con la precisión previsible de la potencia de cálculo de las máquinas. Desde que su desarrollo lo permitió, hace décadas, ordenadores como Deep Blue de IBM, que derrotó a Kasparov en 1997, se han convertido en arquetipo de oponente implacable, pero monótono por su “perfección”, dice García.
Esto es algo que podría cambiar. Programas como Alpha Zero, de Deep Mind, la división de Inteligencia Artificial de Google, plantean una aproximación basada en el autoaprendizaje, y ofrecen una progresión inédita de eficacia. “Ese programa sí ha creado cierta belleza muy diferente a la humana en algunas de sus partidas”, confirma Leontxo García.
Jugado por máquinas o por humanos, estimulante en la competición e inesperado en su belleza, el ajedrez avanza en su utilidad como herramienta educativa. El universo interminable de su tablero y las jugadas posibles siempre serán fuente de descubrimientos, y un gran patio de recreo estimulante para las mentes jóvenes.