De profesión, deportista: cuándo elite y precariedad van de la mano
- La precariedad laboral inunda la élite deportiva de varias disciplinas
- La falta de convenios colectivos pone en jaque la profesionalización del deporte
A principios de año, la selección española de balonmano caía contra Dinamarca en las semifinales del Mundial celebrado en Egipto. El partido lo siguieron 759.000 espectadores a través de Teledeporte, un 4,5% del share. Unos meses antes, el encuentro amistoso de otra selección —la de fútbol— contra Alemania, reunió a 4.909.000 personas frente al televisor, una cuota de pantalla del 27,2%. Unas cifras que sirven como fiel reflejo de las diferencias dentro del deporte profesional en nuestro país, que se trasladan al ámbito laboral; ser un deportista de élite no va siempre asociado a una jugosa nómina.
“No nos estaban pagando y seguías entrenando a tope, porque tenías el sueño de hacerlo bien y poder subir a ASOBAL. Llegas ahí y los primeros que fallan a sus palabras son ellos, no pagándote al día!, nos cuenta Héctor González. Es la situación que este jugador de balonmano de 27 años vivió la temporada pasada en Ciudad Real. Héctor era el único en su equipo con contrato, le avalaba su experiencia en Benidorm o Valladolid, conjuntos de ASOBAL, la máxima categoría. Estaba llamado a liderar al Ciudad Real al ascenso, aunque cuando llegó ahí la realidad no se correspondía con lo prometido. Sus compañeros lidiaban con la precariedad, “para poder cotizar en la división de plata tienes que ser un muy buen jugador, de normal te pagan en negro (…) en otros equipos también pasa, conozco jugadores que les deben miles de euros”, añade.
“"No nos estaban pagando y seguías entrenando a tope, porque tenías el sueño de hacerlo bien y poder subir"“
Ahora milita en las filas del HelvetiaAnaitasuna de Pamplona, de la liga ASOBAL, donde todos los jugadores tienen contrato, porque el balonmano profesional de nuestro país cuenta con un convenio colectivo. Aún así, hay quien tiene que compaginarlo con otro trabajo: “este año lo estoy viendo en algunos jugadores que trabajan a la vez de preparadores físicos, y llegan a entrenar bastante cansados, no son las condiciones óptimas para rendir, pero al final lo hacen porque llevan muchos años en esto”.
La importancia de los convenios
“Que el convenio se hiciera realidad nos trajo una seguridad muy grande a la hora de desarrollar nuestro trabajo y saber que estamos de alguna manera protegidas”. Es la confesión que nos hace Joziane de Oliveira, Jozi, como le conocen en su deporte, el fútbol sala. A sus 38 años, es portera del Burela Fútbol Sala, donde colecciona títulos desde que llegó. Este club no solo es pioneroen su disciplina en desarrollar un convenio para sus jugadores, sino el primero en hacerlo en todo el deporte femenino. “¿Por qué no? Estando como estaban todas con ficha profesional, dadas de alta en la seguridad social, ¿por qué no dar un paso más y protegerlas un poquito más con un convenio colectivo?” explica José Luis Sáez, vicepresidente del club gallego.
“En caso de embarazo, el club te sigue apoyando y tú te sigues cuidando para tu regreso cuando lo consideres oportuno (…) ojalá pueda inspirar a otros clubs”, nos confiesa, porque el Burela es la excepción de una categoría marcada por la precariedad laboral. “Al no estar amparadas, muchas jugadoras no tienen contrato con su club, se dedican a otras profesiones”, añade. La propia Jozi estudió psicología y espera dedicarse a ello cuando deje el deporte.
Los estudios, un as en la manga
Fran Fernández, 34 años, es internacional con la selección de waterpolo, estuvo en los Juegos Olímpicos de Rio y ultima la preparación para los de Tokio. Con su club, el Atlètic Barceloneta, acumula títulos temporada tras temporada desde que llegó en 2010. “Nosotros tenemos una vida cómoda, no nos tenemos que preocupar por llegar a final de mes, pero esto no lo puede decir mucha gente en nuestra división”, nos cuenta justo antes de hacer una reflexión entre la poca promoción que tiene su deporte en comparación con otros.
“"Nosotros tenemos una vida cómoda, no nos tenemos que preocupar por llegar a final de mes, pero esto no lo puede decir mucha gente" “
Hace dos años, cuando se recuperaba de una lesión, los responsables del área de salud del Barceloneta dejaron el club, en ese momento la dirección le ofreció hacerse cargo “yo estudié fisioterapia, como estaba atravesando una lesión, sentí la responsabilidad y el deseo de decir que sí, preparé un proyecto y me tiré a la piscina”, confiesa. “Sabemos que el waterpolo no nos da para vivir toda la vida, lo tenemos tatuado a fuego” asume, mientras reconoce la dureza de los primeros mese compaginando el waterpolo con la dirección del área de salud del club. “Llevaba tiempo pensando qué me apetecía hacer después de jugar, porque sabía que tenía que ser algo parecido a lo que me genera el deporte y me salió esto. Me ilusiona y me motiva, veremos a dónde llega”, concluye. Para la retirada todavía queda, por el momento, su reto más cercano son los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.